Nuestras creencias, acerca del mundo y de cómo deben ser las cosas, determinan cómo vemos y experimentamos la vida. Aferrarnos a lo que creemos que sabemos limita enormemente nuestra experiencia vital.
¿Cuestionas tu manera de ver las cosas o te aferras a “tu verdad”? ¿Crees que tu forma de vivir es la “correcta” o aceptas formas de vivir diferentes a lo que crees que es “normal”?
En este artículo abordaremos cómo lo que creemos nos hace ver la realidad de una forma determinada y cómo quedan fuera otras posibilidades, por ejemplo, que los hombres puedan experimentar dolores de parto.
Las creencias son esquemas cognitivos o ideas acerca de uno mismo, de cómo es el mundo, cómo funciona y cómo se debe actuar ante diferentes circunstancias de la vida.
Las vamos adquiriendo desde la infancia a través de ciertas estructuras como la familia, la escuela, la cultura del entorno social. En definitiva, de todos los ambientes con los que interaccionamos.
Las percepciones que establecimos como nuestras verdades pueden bloquear nuestra capacidad para transformar la manera en la que vemos, experimentamos y entendemos el mundo. Cuando son rígidas y no nos permitimos siquiera cuestionarlas, constituyen una de las mayores barreras para que se produzca el aprendizaje que nos permite cambiar y evolucionar.
Ellas afectan directamente nuestra manera de percibirnos y de percibir lo que nos sucede. Por tanto, repercuten en nuestras preferencias, en las decisiones que tomamos, las acciones que emprendemos en nuestra vida y, finalmente, en los resultados que obtenemos.
Ya sean heredadas de nuestra cultura, introyectadas por nuestro sistema familiar o simplemente adquiridas a través de nuestras experiencias, condicionan nuestra forma de vivir en la medida que consideramos que son ciertas.
Es decir, nuestras creencias nos hacen vernos y ver la realidad de una forma determinada y no atender a otras posibilidades. Para ver, por tanto, hay que dejar de creer.
«Tus creencias no están hechas de realidades. Es tu realidad la que está hecha de creencias.»
Richard Bandler
El físico David Bohm y el filósofo Krishnamurti, entre otros, sostienen que el proceso de pensamiento – dependiente de las percepciones, constructos y creencias – a menudo actúa como un mecanismo de mantenimiento del status quo y no como un mecanismo para el cambio, catalizador del aprendizaje.
Para usar nuestras vivencias como herramientas de aprendizaje, es imprescindible soltar nuestras “verdades”, poner en duda lo que creemos que sabemos y arriesgarnos a cambiar, accediendo así a la sabiduría que nos ofrece cada experiencia.
«Ahora, pues, que mi espíritu está libre de toda preocupación, y que me he procurado un reposo tranquilo en una apacible soledad, me aplicaré seriamente y con libertad a destruir de un modo general todas mis antiguas opiniones.»
René Descartes
A veces, cuando viajamos, nos damos cuenta que hay otras maneras de vivir y otras formas de pensamiento y comportamiento distintas a las nuestras. Si tenemos una actitud curiosa y abierta, nos damos cuenta de que otras realidades son posibles.
A 240 kilómetros al sureste de Lima (Perú) y a 2.480 metros de altitud se encuentra Tupe. Localidad con unos 800 habitantes que hablan una lengua propia, el jaqaru (kawki), que se hablaba hace 500 años en Lima.
En este lugar las mujeres realizan actividades que en otros pueblos suelen hacer los hombres. Es decir, viven en un matriarcado.
Ellas trabajan la tierra, conducen el ganado, se ocupan de los trabajos de construcción del pueblo y son determinantes en la toma de decisiones. Los hombres, por otra parte, cocinan, hacen la colada y se encargan del cuidado de los niños.
En el libro El Observador en Bioneuroemoción, Enric Corbera relata la historia del médico Carlos Pazzaglia Olivares que, en su primera noche en el pueblo, vivió esta escena:
“Una mujer estaba en trabajo de parto. Nos permitieron entrar en la casa y vimos a la mujer caminando tranquilamente de un lado a otro de la habitación, pero en una esquina, tendido en la cama y gritando de dolor, estaba el varón.
Al principio, pensábamos que se trataba de una costumbre, pero luego nos percatamos de que ese hombre realmente sufría dolor, estaba diaforético. Quisimos examinarlo, pensando torpemente en un abdomen agudo, pero la anciana que acompañaba en el parto nos dijo que nos tranquilizáramos, que solo era dolor de parto”.
“En los siguientes instantes la mujer se colocó en cuclillas en una esquina y parió al hijo, lo envolvió en un manto y se lo entregó al padre, quien, más tranquilo ‘después de dar a luz a su hijo’, se quedó descansando en la cama, con el niño en brazos.
Mientras, la mujer salió para enterrar la placenta (otra costumbre ancestral relacionada con la fertilidad de la tierra). Después, ella continuó con sus faenas diarias, en tanto que el hombre se quedó al cuidado del niño.”
Según cuenta el Dr. Pazzaglia, actualmente, esta “tradición” se está perdiendo porque una ONG está mostrando a la gente de Tupe que esta forma de vivir la experiencia del parto no es “normal”.
En lugar de abrir los ojos maravillados ante esta manera de traspasar el dolor de una persona a otra y descubrir en esta situación una oportunidad única para conocer un poco más la mente humana.
Podría ser más interesante intentar comprender cómo y para qué lo hacen. Sin embargo, cuando el otro se comporta de una manera que no encaja en nuestra forma de ver el mundo, muchas veces queremos cambiarlo para que se ajuste a nuestro mapa mental.
«Jamás nos tomamos la molestia de verificar. La vía a la verdad pasa por la destrucción de lo falso. Para destruir lo falso, usted debe cuestionar sus creencias más arraigadas.»
Nissagardata Maharaj
La Bioneuroemoción nos invita a cuestionar nuestras creencias para permitir que ocurra aquello que ni siquiera hemos imaginado. Dejar de poner filtros entre la realidad y nosotros, para que la vida se exprese en toda su potencialidad.
Despertar a una nueva comprensión de nuestro entorno no consiste en cambiar el mundo exterior, sino en vivir una transformación interior.
Integrar las experiencias desde una nueva perspectiva y entendiendo que los filtros de nuestras creencias no necesariamente tienen que limitar o juzgar las realidades de otros.
Cada encuentro con algo que nos puede causar conflicto es una oportunidad para ir más allá de nuestras creencias y ser más flexibles en nuestra forma de ver la vida.
Si quieres seguir profundizando sobre este tema, puedes acceder a este material en nuestro canal de Spotify y de YouTube:
En esta conferencia, Enric y David Corbera explican cómo autoindagar para identificar y transformar nuestras creencias y, así, ampliar nuestra conciencia.
Nuestras creencias, adquiridas en nuestro entorno familiar y cultural, o a través de experiencias traumáticas, condicionan nuestra forma de vivir. Enric Corbera reflexiona sobre la importancia de cuestionarlas y ampliar los límites de lo que creemos posible.
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