“No valgo”, “No sirvo para esto”, “Soy un desastre”, «Siempre cometo errores”, «Los demás son mejores que yo”, etc., son creencias adquiridas. No son la verdad, sino percepciones distorsionadas de ti mismo/a que pueden limitarte si no las cuestionas. ¿De qué te sirve no creer en ti mismo/a?
Cualquier creencia desfavorable que tengas sobre ti mismo/a y que hayas mantenido durante mucho tiempo puede tener ciertos beneficios o servirte de alguna manera.
Explorar y comprender en qué sentido no creer en ti mismo/a te resulta útil es clave para transformar las creencias que pueden estar obstaculizando tu crecimiento personal y bienestar.
En este artículo veremos algunas claves que te ayudarán a identificarlas, comprender su origen y transformarlas para desarrollar una autoimagen más saludable y constructiva.
Cuando elegimos no cuestionar las creencias “negativas” acerca de nuestra capacidad y valía, cuando tenemos expectativas bajas sobre nuestras posibilidades, obtenemos una sensación de seguridad o protección al mantenernos en nuestra zona de confort.
De este modo evitamos arriesgarnos y enfrentarnos a desafíos, lo que nos da la ilusión de evitar el fracaso o el rechazo de los demás. Mantenernos en un estado de baja autoestima nos permite evitar la responsabilidad de nuestra vida, es una forma de protegernos contra el dolor emocional o la decepción.
Sin embargo, estos beneficios percibidos son ilusorios. En realidad, sostener estas creencias limita nuestro crecimiento, nuestro bienestar emocional y nuestras oportunidades en la vida.
A qué personas les puede importar que tú no consigas ciertas cosas, que sigas sin perseguir tus sueños, que no te creas capaz de lograr lo que anhelas.
Hacer esa simple enumeración te puede ser muy útil para ir desechando responsables hasta que llegues a tu propio espejo.
Muchas veces, el beneficio oculto de no creer en uno mismo, es no cambiar y no tener éxito para no decepcionar o molestar a personas significativas para nosotros, generalmente nuestros padres o nuestra pareja.
Por ejemplo, el joven que decide ser abogado como su papá y su abuelo, en lugar de perseguir su sueño de ser actor.
Puedes preguntarte: ¿A quién le puede molestar que yo cambie? ¿Qué sucedería si me atreviera a perseguir mis sueños?
Si nos sentimos incapaces de generar realidades en nuestra vida, probablemente nuestro sistema de origen continúa exigiendo demasiado de nosotros. Cuando nos cuesta construir, por ejemplo, las relaciones de pareja que queremos, los trabajos o proyectos que soñamos, puede ser que estemos permitiendo que nuestra familia siga “tirando” de manera excesiva.
Es como la mascota que puede tirar de la correa hasta un tope y no puede avanzar más.
Cuando en nuestra vida permitimos que el control de esa correa lo lleve mamá o papá, no podemos avanzar. Esto sucede cuando no les ponemos límites o seguimos obedeciendo sus mandatos inconscientemente, aunque ellos ya no estén.
«La vida no tiene control remoto, levántate y cámbiala tú mismo.»
Mark A. Cooper
Seguimos poniendo como excusa a nuestros padres para no hacer nuestra vida. Nuestra empatía hacia el estado emocional de nuestro sistema nos impide poner el foco en lo que realmente necesitamos.
El miedo al rechazo, a ser excluidos por no ajustarnos a sus expectativas, nos frena para avanzar en la dirección que deseamos.
Este freno que, de todas maneras, es autoimpuesto, es lo que, muy comúnmente, está detrás de sentimientos como «No me salen las cosas”, “Yo no creo en mí”, “Me falta valentía».
Esta falta de autoestima puede bloquearnos y que nos resulte muy difícil salir de un contexto emocional determinado.
Cuando, por ejemplo, continúo con una pareja abusiva porque en mi familia no está bien visto que la gente se separe. Separarme sería “desobedecer” un mandato, ser desleal a mi mamá que aguantó el abuso de su esposo y de su padre.
Frecuentemente, detrás de esa autoimagen hay una familia que tiene demasiado peso en determinadas cuestiones.
En las personas que tienen más predisposición a exponerse y a tomar ciertos riesgos tiene mucho que ver la educación que han recibido.
Cuando pensamos en papá o mamá, o en alguien que representaba una autoridad cuando éramos chicos, ¿nos infundían miedo al mundo o eran personas que nos animaban a experimentar, a salir, a relacionarnos y a movernos en diferentes contextos?
O más bien tenían mensajes tipo «¡No, hija mía, por ahí no que es peligroso!» o «Vigila con los hombres» o «No te fíes demasiado de las mujeres porque te clavan un puñal por la espalda», etc.
Es decir, ¿tenían un lenguaje potenciador que nos hacía confiar en el mundo o, por el contrario, nos frenaban?
Para dar vuelta a estas creencias que adquirimos en nuestro sistema familiar podemos pensar que el mayor acto de amor hacia ellos, y hacia nosotros mismos, es no ser lo que esperaban que fuéramos, sino ser la persona que nosotros decidimos ser.
Y hacerlo por nuestra cuenta.
Asumir la responsabilidad de nuestro bienestar es adquirir la libertad emocional que despliega nuestras posibilidades. Este es el mayor regalo para nuestros padres o seres queridos que ya no estén aquí porque ellos, en el fondo, deseaban bienestar y felicidad para nosotros.
Seguramente quien te trató con tanta severidad, si pudiera verte, te diría: «Sé lo que seas y sé feliz”.
Tu madre que te sobreprotegió o te sobre exigió, por sus temores o sus ideas exageradas, hoy tal vez reconocería que ella, como mujer, se ha visto obligada a ser y hacer muchas cosas que en realidad no sentía. Se ha ajustado a un rol y no tuvo la fuerza ni el contexto para expresarse con más libertad.
«Nadie puede hacerte sentir inferior sin tu consentimiento.»
Eleanor Roosevelt
Finalmente, tu encorsetamiento muy probablemente es el que ha sufrido tu mamá o tu papá.
Al reconocerlo, puedes preguntarte: «¿Qué quiero hacer, hacia dónde quiero ir?« y empezar a abrirte y a confiar en las personas y circunstancias de tu vida. Si eso te hace feliz, ese es el camino que necesitas recorrer.
Nuestros seres queridos quieren vernos felices, no ser alguien determinado, sino quien nosotros elijamos ser.
Hacerlo carne en nuestra vida es dar un paso más allá de lo que otros esperan de nosotros y seguir nuestro anhelo más profundo.
Darnos cuenta cuánto nos coartan las lealtades familiares puede ser algo realmente potenciador. Si bien en un primer paso nos podemos sentir víctimas, el paso siguiente es reconocer que somos, cada uno de nosotros, los únicos responsables de forjar la vida que queremos.
Comprender esto puede tener un gran impacto en nuestra vida cotidiana, ya que la decisión profunda de construir nuestro destino en autonomía y libertad interior se manifestará en las pequeñas y grandes acciones de cada día.
Ya sabemos que, consciente o inconscientemente, nuestros padres deseaban nuestro bienestar y felicidad. Pero ellos no pueden hacer más nada por nosotros.
Como adultos, podemos elegir vivir atados a los mandatos que nos transmitieron o usar esa información para liberarnos.
Creer en uno mismo implica, precisamente, trascender esas limitaciones para encontrar nuestro propio camino y propósito en la vida.
Si quieres seguir profundizando sobre este tema, puedes acceder a este material en nuestro canal de Spotify y de Youtube:
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