Relaciones: cuando nos une la necesidad en lugar del amor

09 septiembre 2023

Las relaciones nos invitan a vivir un proceso de alquimia constante. Gracias a ellas podemos transformar las heridas en dones y despertar la compasión y el verdadero amor en nuestros corazones.

¿Te has preguntado desde dónde te relacionas con tus seres queridos o qué intención tienes cuando generas un vínculo con alguien? ¿Reconoces qué miedos enfrentas cuando tus relaciones cambian o terminan?

Desde el instante en que venimos al mundo, los humanos somos seres sociables por naturaleza. A lo largo de nuestra vida vamos tejiendo un intrincado tapiz de relaciones, de vínculos emocionales.

Pero, ¿qué es lo que verdaderamente nos une a nuestros familiares, nuestros amigos y a esa persona especial en nuestra vida? Nos gustaría creer que es el amor y el cariño. Sin embargo, ¿qué sucede cuando lo que nos une es una necesidad y no únicamente el amor?

 

Los vínculos afectivos: el reflejo de nuestro sistema familiar

La primera relación que tuvimos fue con nuestros padres o cuidadores. Incluso antes de nacer, el ambiente emocional en el que fuimos gestados forma parte de las dinámicas del sistema familiar al que responderemos.

De tal forma que, cuando somos adultos, el rol o el lugar que adoptamos en nuestra relaciones corresponde a una adaptación familiar. En otras palabras, es en la familia donde aprendemos cuál es o será nuestro rol en el mundo.

 

 

Desde qué necesidad nos relacionamos: ejemplos

Por ejemplo, si soy un hombre/ mujer que le cuesta comprometerse en una relación de pareja, es posible que ese comportamiento surja de forma inconsciente como respuesta y solución a la necesidad de una madre o un padre que vivieron sin libertad en su matrimonio.

Una persona que está pendiente de cubrir las necesidades de los demás y se hace responsable de problemas que no son suyos, asume la responsabilidad de alguien en la familia que estuvo ausente, emocional o físicamente y/o no supo atender las necesidades de sus hijos.

 

Encontrarse a uno mismo a través de las relaciones

Aquello que llamamos conflictos en una relación, porque nos incomoda y nos confronta con nuestras verdaderas necesidades, en realidad es una oportunidad para modificar la percepción que tenemos de nosotros mismos y de nuestro mundo. Los problemas surgen cuando dejamos de mirarnos y de escucharnos.

En cualquier caso, podemos preguntarnos ¿desde dónde nos relacionamos con los demás? Si mantenemos relaciones para llenar nuestras carencias emocionales a través de nuestros padres, amigos o nuestra pareja, es lógico que tengamos miedo de perder a la supuesta “fuente de felicidad».

Por eso nos volvemos dependientes emocionales y muchas veces aguantamos cosas que no queremos, lo que puede, incluso, poner en riesgo nuestra salud. Habitualmente, esto se debe a que esperamos a que los demás cambien o nos quieran como nosotros quisiéramos. Y, esperando, se nos pasa la vida.

 

 

Comprender que no estamos separados nos libera del apego

Si creo que la fuente de mi bienestar está en algo o alguien externo, al perderlo puedo sentir que pierdo una parte de mí o creer que estoy en peligro. De igual forma, si atribuyo mi malestar al comportamiento de los demás, sin responsabilizarme de lo que me corresponde, me convierto en víctima.

¡Qué diferente sería si aprendiéramos a reconocer que es a través de algo o alguien que entramos en contacto con el amor, la paz, la seguridad, la alegría que ya habita en nosotros! Así también aceptaríamos que aquellos a quienes juzgo son un maravilloso puente hacia la integración de las facetas propias que un día rechace y que, en realidad, son esenciales para expresar mi plenitud.

 

“A través de la herida se ve la luz”

Stephen Gilligan

 

Al comprender esto cualquier miedo es transformado, pues la creencia de que estamos separados queda disuelta ¿De qué tendrías miedo si, en realidad, solo te relacionas contigo mismo a través de los demás?

Benditos sean nuestros afectos, como también nuestros enemigos, porque despiertan en nosotros la chispa que creíamos extinguida. Gracias a nuestras relaciones recordamos qué somos y también lo que no somos.

 

 

Nuestras relaciones se transforman en el tiempo

El cambio es parte de la vida y necesitamos de él para crecer. Entonces, ¿a qué realmente le tenemos miedo cuando nuestra forma de relacionarnos cambia?

Por ejemplo, si queremos mantener una relación saludable con nuestros padres, no podemos pretender que nos sigan tratando como niños. Ni tampoco podemos demandarles lo que hoy podemos darnos a nosotros mismos.

Cuando somos adultos la relación con nuestros padres debería ser diferente. Para ello habría que dejar la relación de dependencia y transformarla en un vínculo basado en la libertad y el afecto genuino donde ambos podemos nutrirnos.

 

“La soledad nos da miedo porque con ella caen todas las máscaras. Estamos viviendo siempre de cara a la galería en busca de reconocimiento, pero raramente nos tomamos tiempo para mirar hacia dentro.”

Torralba

 

Del apego a la madurez emocional

Desde la madurez emocional damos lo que queremos recibir, tratamos a los demás como nos gustaría ser tratados. No exigimos que nos quieran, pues al dar nos reconocemos como la fuente del amor y paz que nos habita.

También podemos movernos sin apegos, sin juicios. Sabemos que mientras unas puertas se cierran otras se abren. Movernos en la vida con plena conciencia nos brinda serenidad, comprendiendo que así como termina una relación, así comenzará la que viene.

 

 

Comprendernos y perdonar para avanzar en la vida

Las relaciones interpersonales sacan a la luz las virtudes y juicios que no reconocemos de nosotros mismos. También nos hacen conscientes de nuestros mayores miedos y carencias.

Es así que cada relación se transforma en un portal para sanar nuestras heridas y para desarrollarnos como personas. Por eso, si queremos avanzar en la vida es necesario deshacer nuestros juicios hacia la familia, al padre y la madre que tuvimos y estar en paz con ellos.

Estar en paz con nuestra historia no implica mantener relaciones con quienes no queremos, incluidos nuestros familiares. Elegir la paz quiere decir que transformamos el dolor en aprendizaje y el odio en compasión.

Cuando decidimos seguir con el corazón abierto a la vida, nuestra valentía es premiada y caminos inesperados se abren ante nuestros ojos para que podamos reescribir nuestra historia.

 

Si quieres seguir profundizando sobre este tema, puedes acceder a este material en nuestro canal de Spotify y de Youtube:

 

En este podcast Enric Corbera explica que la actitud con la que afrontamos nuestros conflictos es un mensaje que mandamos a la vida ¿Qué camino elegirías, el del victimismo o el de la maestría?

 

En este video David Corbera nos habla acerca cuán importante es ser fieles a nosotros mismos para trascender los condicionamientos familiares. ¿Estás listo/a para saltar al vacío y reescribir tu historia?

 

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Diplomado en Bioneuroemoción®

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