Seguramente alguna vez te molestaste por algo y reaccionaste sin tomar conciencia de que tu enfado era desproporcional a lo que realmente había ocurrido. O tomaste algo de manera personal sin que, en realidad, tuviera que ver contigo.
Todos hemos tenido una persona a la cual mandamos un mensaje y no respondió, y automáticamente hacemos nuestras suposiciones. A veces nos sentimos molestos, otras, tristes y en otros casos nos dará igual.
¿De qué depende cómo reaccionamos? De la información que tenemos a nivel inconsciente y de la madurez emocional con la que la utilizamos. Cuando tomamos conciencia de que los hechos poco tienen que ver con nuestra interpretación también comprendemos que todo habla de uno mismo.
Según Anthony de Mello, “la conciencia es la capacidad de estar presentes y de ser conscientes de lo que está sucediendo en nuestro mundo interior y exterior. Es la facultad de estar despiertos y alertas, en lugar de estar atrapados en pensamientos, emociones o patrones de comportamiento automáticos”.
Habitualmente, observamos el mundo y actuamos en él desde nuestra propia perspectiva. La mayor parte del tiempo realizamos actos sin ser conscientes de las verdaderas motivaciones o impulsos que los generan.
Para Carl Jung estos actos son impulsados por fuerzas inconscientes que pueden influir en nuestras decisiones sin que nos demos cuenta.
Para saber cómo funciona podemos pensar en ella como un sistema operativo que actúa de manera muy similar al de un ordenador. En él encontramos información en forma de programas que se ejecutan de forma automática y en un segundo plano.
Con el paso del tiempo hay programas que dejan de funcionar, o que quedan obsoletos e incluso son incompatibles con los nuevos que queremos instalar. Como resultado vemos que el ordenador no rinde al máximo de su capacidad y que experimenta muchos problemas.
«La mente es una herramienta maravillosa para el pensamiento, pero un pésimo juez para la realidad»
Anthony de Mello
Lo mismo ocurre con nosotros, nuestra psique guarda información de experiencias que vivimos. Pueden ser de edades tempranas o memorias heredadas de la familia y cultura. Al no ser conscientes de ellas podemos actuar de forma automática, es decir, sin saber por qué lo hacemos.
Esta información influye en cómo percibimos y construimos nuestra realidad. En otras palabras, cada uno de nosotros estamos en constante interacción con nuestra propia mente expresada en el mundo.
Un acto inconsciente podría ser una reacción involuntaria o de una intensidad desproporcionada ante una situación sin saber el porqué. Por ejemplo:
Un hombre se encuentra muy feliz porque va a ser padre, sin embargo, el día que hacen la ecografía para saber el género del bebé, se entera de que es una niña y se pone a llorar desconsoladamente sin entender qué le sucede.
Para seguir con el ejemplo, observa qué tipo de pensamientos tienes al respecto ¿puedes hacer suposiciones acerca de lo que le ocurre a este hombre? Lo importante es que te des cuenta que lo que piensas habla de tus experiencias, de la información que tienes y heredaste, y no de lo que le sucede a ese futuro padre.
Sobre la reacción de ese hombre algunos podrán decir: ¡Qué machista!, o ¡Qué alegría, ya tiene quien cuide de él cuando sea anciano! o ¡Por fin una compañera! …y así podríamos seguir infinitamente.
En el caso del ejemplo tomado de una historia real, el llanto del hombre se debió a una información que tenía de la cual no era consciente. Y es que en su familia hubo una niña que murió de bebé por lo que para él, de manera inconsciente, el que sea niña significaba la posibilidad de perderla y eso lo llenaba de temor.
Ahora que sabes por qué lloraba este hombre cuando se enteró que tendría una niña, observa tus propios pensamientos ¿sigues pensando lo mismo?. Cuando comprendes tomas conciencia de forma automática.
«No podemos cambiar nada sin antes comprender. La condena no libera, oprime.»
Carl Gustav Jung
Tomar conciencia es reconocerte parte de todo lo que te rodea. Es darte cuenta y comprender que lo que te sucede tiene que ver contigo, con tu historia y la de tu familia.
Y es no juzgarlo ni de bueno ni de malo, sino que aceptas y reconoces con gratitud las enseñanzas que trajeron las diferentes experiencias a tu vida. Implica prestar atención a nuestro mundo interno, a las reacciones emocionales, en lugar de buscar culpables afuera.
Los demás son responsables de sus acciones, sí, pero no de cómo reaccionamos ante ellas. Ahí radica nuestra libertad emocional.
Al responsabilizarnos de nuestros estados emocionales , podemos comenzar a comprender mejor lo que nos sucede y hacer las paces con nuestra historia, con nuestras motivaciones y necesidades. Esto nos permite tomar decisiones más conscientes.
«La conciencia es la llave maestra que abre todas las puertas.»
Ken Wilber
Con la toma de conciencia podremos comenzar a percibir los problemas o bloqueos como oportunidades de aprendizaje que nos permiten redescubrirnos como seres más libres y auténticos.
Sabes que has tomado conciencia porque ya no percibes ni sientes lo mismo ante las circunstancias que antes vivías como injustas. En su lugar aparece la comprensión, el perdón, e incluso puedes experimentar la compasión.
Si quieres ser más consciente, comienza por cuestionar tu percepción, tus creencias, tus valores, tu forma de ver el mundo.
¿Puedes observarte a ti mismo sin identificarte con lo que te sucede o con lo que sientes?
¿A qué circunstancias o a qué personas atribuyes la responsabilidad de tu bienestar?
¿Qué puedes hacer para percibir eso sin sentirte víctima o culpar a alguien?
Una persona consciente comprende que sus sus interpretaciones solo son una forma de ver la realidad. Trabaja en su propio cambio para que éste se refleje en las circunstancias, aceptando a los demás como son.
Simplemente abraza su experiencia con humildad y su mente habita en el presente.
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