El trauma es una de las cicatrices más profundas del alma, especialmente cuando nace en la infancia, ya que deja huellas que marcan el resto del camino.
Si bien es algo difícil de identificar, comprender sus efectos y cómo afrontarlos puede ser el primer paso hacia la sanación.
El trauma, en términos sencillos, es una respuesta emocional y física a un evento o serie de eventos que superan nuestra capacidad de afrontamiento.
La mayoría de las veces lo pensamos como algo vinculado a situaciones extremas, como accidentes graves, pérdidas irremplazables o agresiones violentas. Sin embargo, también puede estar presente en experiencias cotidianas, como enfermedades serias o situaciones de abandono emocional.
Aunque no se perciban como “extraordinarias”, pueden tener un impacto profundo en nuestra psique y en nuestro cuerpo.
Según la CIE-11 (Clasificación Internacional de Enfermedades) y el DSM-5 (Manual Diagnóstico y Estadístico de los Trastornos Mentales), el trauma puede ser cualquier situación estresante de naturaleza altamente amenazante, que cause un malestar severo. Esto incluye estar expuesto a escenas de muerte, lesiones físicas graves, o agresión sexual, pero también puede extenderse a circunstancias que no impliquen una consecuencia física directa.
El trauma no siempre se manifiesta de inmediato y sus efectos pueden ser sutiles, pero intensos. A menudo, los síntomas se manifiestan como un estado de ansiedad constante, hipervigilancia e incluso episodios de ira, tristeza profunda o desconexión emocional.
Es importante recordar que el trauma no solo se expresa en el ámbito emocional. Como señala el terapeuta Peter Levine, el cuerpo puede manifestar las huellas de las experiencias traumáticas de manera física.
Desde molestias musculares hasta enfermedades como el asma o migrañas recurrentes, el trauma puede aparecer de manera tangible a través de dolor crónico, problemas digestivos o una fatiga inexplicable.
De alguna manera, nuestro cuerpo «guarda» las emociones no procesadas.
«El trauma no se trata solo de lo que nos pasó, sino de lo que no pudimos hacer en respuesta.»
Francine Shapiro
Marta Suria, en su libro Ella soy yo, narra la violencia sexual que sufrió durante su infancia y que ilustra la magnitud del trauma. Cuenta que borró esas experiencias de su memoria por años, pero las imágenes la asaltaron inesperadamente cuando cumplió 30 años.
Esta situación es un claro ejemplo de cómo los efectos de las experiencias traumáticas pueden resurgir con el tiempo, a menudo de forma incomprensible para quien lo vive.
El trauma tiene la capacidad de detener el tiempo emocional y de borrar la inocencia y la dignidad, tal como lo describe Marta Suria.
Las vivencias de fuerte impacto físico o emocional pueden afectar significativamente la forma en que nos relacionamos con los demás y con nosotros mismos.
Por ejemplo, si nuestros padres fueron muy estrictos, incluso con buenas intenciones, es posible que hayamos desarrollado efectos negativos, como la codependencia.
Quienes han vivido experiencias traumáticas también pueden desarrollar una personalidad más bien rígida. Esto les genera dificultades para conectar emocionalmente, lo que, finalmente, afecta sus relaciones e, incluso, su sentido de identidad.
Este aislamiento emocional es una defensa que se activa como respuesta al dolor emocional, y muchas veces genera un círculo vicioso de incomunicación y miedo.
«El trauma no es lo que te ocurre. Es lo que ocurre en tu interior como consecuencia de lo que te ha ocurrido.»
Gabor Maté
Las personas con traumas profundos pueden tener dificultades para expresar su auténtico ser, dependiendo demasiado de los demás para su bienestar emocional, o asumiendo la polaridad contraria de un marcado aislamiento.
La clave está en reconocer estas dinámicas para empezar a sanar.
¿Cuáles son las mayores dificultades que observas en las relaciones que te resultan difíciles de sostener?
¿Cuáles son esos rasgos o emociones que has dejado de expresar por miedo o incomodidad?
Quienes han vivido experiencias traumáticas a menudo se ven arrastrados a situaciones o relaciones que, aunque no sean idénticas a la experiencia original, recrean el escenario, el dolor y la vulnerabilidad de ese sufrimiento.
Este fenómeno se llama “representación”. Es como si el cuerpo y la mente intentaran cerrar el ciclo del trauma, repitiendo patrones o eventos similares, sin ser conscientes de ello.
Quienes vivieron un trauma en la infancia, suelen atraer a personas tóxicas o abusivas, ya que encajan con la dinámica a la que se acostumbraron. Sin darse cuenta, pueden quedar encerrados en un círculo vicioso.
Así, es común que repitan patrones a través de accidentes, relaciones conflictivas o situaciones similares que recrean experiencias de su pasado. Reconocer estas repeticiones es crucial para romper el ciclo y empezar el proceso de sanación.
Sanar es un camino posible. Con paciencia y valentía, podemos reconstruirnos y encontrar mayor bienestar.
Uno de los primeros pasos para sanar el trauma es, de forma gradual, ir reconectando con nuestra corporalidad. Muchas personas traumatizadas tienen dificultades para escuchar y aceptar sus sentimientos y sus sensaciones físicas.
La Bioneuroemoción ayuda a comprender cómo nuestras emociones influyen en el cuerpo y facilita este proceso de conexión. Además, actividades como la respiración profunda, el yoga o la meditación pueden ser herramientas útiles para ayudarnos a “sentir sin temor”.
Identificar las situaciones que nos activan es clave para gestionar el trauma. La Bioneuroemoción permite descubrir los patrones emocionales inconscientes que refuerzan estas reacciones, facilitando un cambio de percepción.
Además, técnicas como la visualización o la desensibilización sistemática ayudan a reducir la intensidad de las respuestas emocionales ante recuerdos o situaciones difíciles.
En su forma saludable, la agresividad es la capacidad de tomar acción con energía y determinación. El trauma puede bloquear esta fuerza interna, generando una sensación de impotencia.
La Bioneuroemoción permite explorar creencias limitantes asociadas a la represión de la agresividad, ayudando a recuperar la confianza y la capacidad de tomar decisiones firmes. Esto es clave para dirigir la energía vital de manera constructiva.
El acompañamiento de un terapeuta especializado en trauma puede ser un pilar crucial para la recuperación. Existen diversas modalidades de terapia, como la EMDR (Desensibilización y Reprocesamiento por Movimiento Ocular) o la terapia somática, diseñadas para tratar el trauma de forma efectiva.
Contar con apoyo profesional permite procesar experiencias difíciles y avanzar hacia la sanación con mayor seguridad.
«Todo hombre herido se ve forzado a la metamorfosis.»
Boris Cyrulnik
Sanar el trauma no es un camino rápido ni lineal. Requiere persistencia, autocompasión y hacerlo de manera gradual.
Reconocer los efectos del trauma, comprender sus manifestaciones y emplear herramientas de regulación emocional nos permite comenzar a salir de la sombra de esas experiencias pasadas. Si bien pueden dejarnos huellas profundas, también somos capaces de reconstruirnos, transformarnos y vivir una vida más plena.
Si te encuentras en este proceso, recuerda: no estás solo/a. La sanación es posible y dar el primer paso hacia ella puede comenzar hoy mismo.
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En este pódcast, David Corbera explica, mediante un caso práctico, cómo surgen los traumas, cómo identificarlos y qué hacer para superarlos.
En este encuentro con David Corbera y Sara Pallarés, el Dr. Goosen, especialista en microbiota, explica la conexión entre el trauma y el bienestar, y cómo la medicina funcional puede ser clave para una salud integral.
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