¡No te descuides! Prioriza tu bienestar para cuidar a quien amas

23 junio 2023

En ocasiones, nuestro trabajo o nuestra vida nos lleva a cuidar de otras personas, con lo cual corremos el riesgo de agotarnos física y emocionalmente porque olvidamos lo más importante: que el cuidado tiene que empezar con nosotros mismos.

¿Cuáles son los mecanismos conscientes e inconscientes que nos llevan a priorizar a los demás? ¿Qué hay que tener en cuenta para acompañar en situaciones de gran dificultad sin perder el equilibrio interno?

En este artículo buscaremos comprender los patrones de funcionamiento que nos llevan a vivir las tareas de cuidado en exceso y como un “sacrificio”. Y cómo podemos transformarlas en un camino de autoconocimiento y superación.

 

Cuidar desde el amor o desde la obligación

Ocuparse de otras personas es, en principio, un acto de amor, compasión y responsabilidad. O debería serlo.

Si cuidar a los demás drena tu energía y te produce agotamiento, probablemente estás viviendo esta experiencia desde un sentimiento de obligación.  Pero fíjate, esta manera de sentir parte de tu interior y, por tanto, está en tus manos transformarla.

 

«El cansancio emocional puede ser una oportunidad para reconectar contigo mismo y aprender a cuidarte de una manera más profunda»

Sheryl Paul

 

Para ayudar a los demás debemos empezar por nosotros mismos

Si queremos contribuir a una sociedad mejor mediante el altruismo o nos vemos en la necesidad de ayudar a otros, el cuidado siempre debe empezar con nosotros.

La relación con uno mismo es la más importante, especialmente si el que debo atender es, por ejemplo, un familiar anciano o un hijo con discapacidad. El viaje siempre es primero hacia adentro.

Por ejemplo, para situaciones de emergencia en un avión, se nos instruye a colocarnos primero nuestras propias mascarillas de oxígeno antes de ayudar a los demás, incluso a los niños. Esto se debe a que al cuidar de nuestra propia seguridad y bienestar, aseguramos estar en condiciones de brindar ayuda efectiva a quienes nos rodean.

 

 

Sanar lo propio para no proyectar en los demás

Antes de acompañar a otras personas a sanar sus heridas o completar sus carencias es necesario resolver las propias porque si no, nuestra ayuda estará contaminada por el propio desequilibrio interno.

 

Cuidar a otro: el miedo a mirar hacia adentro

A veces, el miedo que sentimos de mirar nuestras propias necesidades nos puede llevar a mirar en exceso hacia afuera. Querer ayudar puede ser un intento de compensar esas heridas internas.

Por ejemplo, ¿cómo vamos a sugerir a alguien que perdone a su padre si nosotros no hemos sido capaces de perdonar al nuestro?

Mostrarle a los demás la manera en que uno mismo superó errores y fracasos, que cargamos “heridas de guerra” y pudimos perdonarnos y trascenderlas, es la inspiración más poderosa.

 

«No sólo el amor propio y el amor hacia los demás van de la mano, sino que en última instancia, son indistinguibles.»

Scott Peck

 

Qué patrones inconscientes nos llevan a cuidar

Es muy frecuente que las personas que se dedican al cuidado de otros han experimentado ese rol a lo largo de su vida, ya sea por exceso o por defecto.

Es decir, pueden provenir de entornos desprovistos de protección y buscan de manera inconsciente compensarlo a través de la tarea de cuidador.

En otros casos, la experiencia puede estar relacionada con haber tenido que hacerse cargo de alguien desde edades muy tempranas. Esto lo puede llevar a esperar atención y cariño según la ayuda que se esté dispuesto a proporcionar.

 

Cómo se relacionan las necesidades de los demás con las propias

Nuestras herencias emocionales, experiencias de vida y la educación que hemos recibido tienen un papel determinante en cómo percibimos el entorno.

Hacer una revisión de la propia historia para reconocer qué información está impulsando nuestro exceso de ayudar a los demás, olvidándonos de nuestro propio bienestar, puede ayudarnos a comprender para qué actuamos así.

¿Es un patrón que observamos en las mujeres de nuestra familia? ¿Esperamos reconocimiento y valoración? ¿Tememos el rechazo de nuestro entorno? ¿Nos sacrificamos para manipular, para que nos quieran, para que estén a nuestro lado y no quedarnos solos?

En definitiva, ¿qué me empuja a continuar con esta actitud que me desgasta y me perjudica?

Por ejemplo, una persona que fue abandonada emocionalmente por sus padres elige una actividad profesional que implique cuidar a niños, pero descuida a su propia familia. Comprender esta motivación inconsciente puede ayudarle a equilibrar ese exceso.

Si no es consciente de cómo le influye su propia historia, es muy fácil que desarrolle una codependencia con esos niños pues necesita compensar esa carencia y, al mismo tiempo, puede impedir que desarrollen su poder interno.

 

 

Qué estoy descuidando de mí

Para identificar las necesidades propias que estamos descuidando podemos observar nuestra proyección en las personas que cuidamos. Como hemos visto, las necesidades que estamos percibiendo en ellas hablan de nuestras propias carencias.

Podemos preguntarnos: ¿Qué creo que necesitan de mí y me esfuerzo por ofrecerles: tiempo y atención, escucha, aumentar su autoestima, educación, alcanzar el éxito?

Estas pueden ser carencias propias o del sistema.

Por ejemplo, una persona que pertenece a una familia en la que las mujeres se han sentido poco valoradas, dependientes e inseguras, porque no han terminado sus estudios, puede elegir por vocación ser maestra de primaria. De manera inconsciente, está reparando esta carencia.

 

 

Reconocer las propias necesidades

Es muy común que los cuidadores se carguen de los problemas de los demás y subestimen sus propias necesidades. Les cuesta aceptar que a veces también necesitan ayuda.

Solo dedicarse a dar genera un desequilibrio, un exceso que esconde la subestimación de las propias necesidades.

 

Todos tenemos nuestras batallas

Ver personas con conflictos y necesidades a veces nos lleva a considerar que no tenemos derecho a reconocer nuestras dificultades. Pero todos tenemos nuestro propio “Viaje del Héroe, nuestros retos con batallas y miedos.

Cada uno tiene que cargar su propia maleta, al cargar las de los demás no les hacemos ningún favor. Sobreproteger desprotege, no le permite al otro desarrollar sus capacidades, un autoconcepto positivo y seguridad en sí mismo.

 

«Uno puede hacer su camino solo con sus propios pies»

Hay que saber cuidar

La buena intención y un corazón generoso no son suficientes para ayudar a los demás. Una ayuda mal aplicada puede ser mucho más tóxica que la ausencia de ayuda.

Es necesario detectar el punto límite, ser consciente de que se pueden entregar herramientas y compañía, pero no se puede hacer el camino por la otra persona.

 

Cada uno tiene que hacer su camino

A veces nos esforzamos muchísimo, ofrecemos acompañamiento y herramientas, pero observamos que la otra persona no evoluciona o sigue cayendo en las mismas situaciones de la que la intentamos proteger.

Allí es necesario reconocer que no sabemos qué es lo mejor para esa persona y cuál es la información inconsciente que la lleva por ese camino. Por eso no podemos juzgarla, pero tampoco hacernos cargo de su cambio.

Es necesario comprender que la mejor manera de ayudar es respetar su autonomía y esto implica en ocasiones «no cuidar». Ofrecer ayuda genuina implica el respeto a su libertad de decidir qué hacer con ella.

Por ejemplo, una mujer que está en una relación muy tóxica y, pese a que se le ofrece una salida, vuelve una y otra vez con esa persona que la maltrata.

 

«Cada uno de nosotros necesita demostrar cuánto nos preocupamos unos por otros y, en el proceso, cuidarnos a nosotros mismos.»

Diana, Princesa de Gales

 

Creer en el poder de cada persona

Detrás de nuestro interés en cuidar a alguien puede existir una velada subestimación de su capacidad. Esto, a su vez, responde a la desconfianza que tenemos en nuestras propias capacidades.

Cuando creemos en nosotros recién podremos tratar al otro como quien tiene el poder de tomar la mejor decisión y cuando lo considere. Si lo miramos como alguien que está transitando un gran reto y no como víctima, estamos dando la oportunidad, a él y a nosotros mismos, de ser una mejor versión.

Esa distancia emocional del que ayuda al que es ayudado es necesaria para que la persona, desde su autonomía, encuentre su poder, sus propios recursos para transformar esa situación de dificultad.

 

 

Si tenemos que cambiar una vida, que la primera sea la nuestra

La comprensión del origen de nuestros comportamientos nos abre la puerta a sentir pensar y ser de otra manera.

Si esto contribuye a cambiar la vida de otra persona, nuestra vida habrá cobrado un nuevo sentido, pero no podemos acompañar a otros sin comenzar por nosotros mismos. Priorizar nuestro bienestar no es ser egoísta, es un acto de generosidad que aumenta nuestra energía para poder ofrecer lo mejor de nosotros mismos y brindar una ayuda verdadera a los demás.

Ese viaje de autoconocimiento para conquistar la propia libertad emocional es imprescindible para poder cuidar de una manera más equilibrada y más sabia a los demás. Esa es la verdadera inspiración para el que requiere de nuestros cuidados.

 

 

Si quieres seguir profundizando sobre este tema, puedes acceder a este material en nuestro canal de Spotify y de Youtube:

 

En esta cápsula, Enric desarrolla el desapego emocional y cómo ha de tomársela desde la integridad, sin resentimiento y sin culpabilidad.

 

En este video, Sara Pallares, CEO de Enric Corbera Institute, ofrece algunos conceptos fundamentales para cualquier persona que se dedique a tareas de cuidado.

 

 

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Diplomado en Bioneuroemoción®

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