Buscamos la felicidad, nada del presente parece llenarnos por completo. Confundimos felicidad con placer y con sentir menos miedo, menos soledad y creernos más queridos…
Esta búsqueda interminable que nos hace disfrutar de logros espasmódicos nos aparta de ver hacia afuera y agradecer. Pero sobre todo, volver la mirada hacia nosotros mismos para atender lo que buscamos más profundamente.
¿Cómo andar ese camino ambivalente de insatisfacción, deseo y carencias que confundimos con una prometida felicidad idealizada?
La felicidad es un estado mental, una actitud ante la vida. No algo por conseguir o un destino donde llegar.
Decir que la meta es la felicidad es una falacia que no tiene sentido, porque no es un estado emocional inamovible. Además, difiere en la vida de cada persona.
Incluso las personas más felices experimentan tristeza, rabia, asco o miedo. Cada emoción cumple la función de ayudarnos a adaptarnos a nuestro entorno y experiencias.
Sin embargo, solemos juzgar como negativas a algunas emociones porque resultan desagradables o incómodas. También, algunas las consideramos más aceptables que otras.
Esto nos lleva a rechazar, ocultar y reprimir determinados estados emocionales y a forzar una positividad que no es real. Creemos que así seremos más felices.
Sin embargo, la verdadera felicidad no tiene que ver con experimentar solo emociones “positivas”. Es imprescindible ser capaces de aceptar y comprender todos nuestros estados internos, ya que ellos nos ofrecen valiosa información sobre lo que nuestro inconsciente trata de expresar.
Allí está la fuente de nuestra paz: atender lo que aún nos molesta, nos duele o nos produce insatisfacción.
“Lo que resistes, persiste. Lo que aceptas te transforma.”
Carl G. Jung
Creemos que nos sentiremos felices siempre y cuando tengamos esto o aquello, estemos al lado de cierta persona o, como mínimo, se cumplan algunas condiciones que consideramos imprescindibles.
Si nuestra felicidad dependiera de soltar absolutamente todo, sin apegos ni dependencias, sin considerarnos víctimas o salvadores, ¿cuántos estaríamos dispuestos a ser felices?
A nivel inconsciente, una de las mayores limitaciones de quienes aspiran a una vida plena es el deseo de seguir viviendo sin cambiar nada. No es posible hacer cambios sin renunciar a lo conocido y enfrentarse a la incertidumbre que supone salir de la zona de confort.
Tenemos que comprender que la felicidad equivale a cuestionar el estatus quo, no solo externo, sino el que nos impusimos a nosotros mismos en nuestro interior.
Sería muy útil tomar en cuenta algunas consideraciones de Anthony de Mello, quien fusionó de manera muy sabia las tradiciones orientales y occidentales.
En su libro Despierta propone escuchar desde el corazón para comprender que nosotros mismos somos la felicidad que buscamos.
Pero advierte: “Para despertar lo primero que hay que comprender es que no queremos despertar”. Esto significa que para ser felices debemos asumir la propia resistencia a la felicidad.
Confundimos abandonar al apego con renunciar a las cosas o las personas que nos hace felices. Esa es otra falacia.
“Despertar” es tomar conciencia de la información que está en nuestro interior y que, de algún modo, bloquea nuestra felicidad. Sin embargo, ni para despertar ni para ser felices hay que renunciar a nada.
“Cuando usted renuncia a algo, queda atado a esa cosa para siempre. Cuando lucha contra alguna cosa, queda atado a ella para siempre. Mientras luches contra ella, le está dando poder. Le da tanto como el que usa para luchar en contra.”
Anthony de Mello
Vivir la renuncia como un sacrificio es inútil y contraproducente. La salida de este ciclo no es rendirse, sino trascender.
“Trascender es mirar a través de la cosa. No renuncie a ella, mire a través de ella. Comprenda su verdadero valor y no tendrá que renunciar a ella; sencillamente, ella caerá de sus manos. Pero por supuesto, si no ve eso, si usted está hipnotizado y cree que no será feliz sin esa cosa, o aquella, o la de más allá, está esclavizado.”
Anthony de Mello
De Mello nos desafía porque dice que “aborrecemos lo nuevo” y que “escuchar es estar en disposición de ver las maravillas del mundo”.
Ciertamente, muchas personas afirman que han logrado «despertar» tras un largo camino de sufrimiento. Aun así, otros siguen tropezando, como si caminaran dormidos, sin permitirse descubrir lo nuevo.
Es que no es el hecho que provoca el sufrimiento lo que despierta, sino nuestra actitud ante él. Hay que estar dispuestos a descubrir algo nuevo.
Tal vez sea momento de darle un giro de 180 grados a nuestra búsqueda de ser felices. A desandar lo que siempre creímos que era el camino a la felicidad.
De Mello advierte: “De eso se trata el aprendizaje en lo concerniente a la espiritualidad: desaprender; desaprender casi todo lo que nos han enseñado.”
Observándonos al escuchar nuestros propios pensamientos. Allí podemos percibir las sensaciones físicas y emocionales frente a las palabras del otro y a las circunstancias que vivimos.
Cuando escuchamos algo con lo que coincidimos, nos sentimos en paz. Pero si no estamos de acuerdo, sentimos rabia o impaciencia. Esto sucede porque, en el fondo, no queremos aceptar cosas nuevas, especialmente si nos incomodan o nos desafían.
La felicidad y la libertad, en palabras de Anthony de Mello, supone renunciar a nuestras falsas ideas sobre los demás y sobre nosotros mismos.
Cuando escuchamos sin juzgar y cuestionamos con una mente abierta, comenzamos a despertar. Este es el primer paso para tomar conciencia y experimentar la felicidad.
Tenemos conflictos cuando deseamos que las cosas sean de diferente manera, olvidando que el apego y el control nos atan al sufrimiento. Buscar incesantemente la felicidad fuera de uno mismo es una trampa que nos aleja de la posibilidad de experimentarla.
La felicidad también se nos escapa cuando la buscamos en momentos que ya pasaron o que aún no llegan. Al enfocarnos en lo externo y en lo que no tenemos, olvidamos que la felicidad está aquí, en el presente, y que solo al vivir el ahora podemos realmente sentirla.
Por otra parte, aceptar lo inevitable mientras damos lo mejor de nosotros en cada momento es fluir en paz con las circunstancias. Es dejar de obstaculizar la posibilidad de ser felices a través de lo que la vida nos regala.
Las cosas son como son, pero siempre podemos elegir cómo vivirlas. Esta conciencia de libertad nos acerca a la felicidad.
Si quieres seguir profundizando sobre este tema, puedes acceder a este material en nuestro canal de Spotify y de YouTube:
En este pódcast aprenderemos de la mano de David Corbera la importancia de sanar nuestras heridas, para poder abrirnos a ser felices.
Enric Corbera ofrece las enseñanzas ancestrales de grandes maestros y aproximaciones científicas al estudio de la felicidad. ¿Qué implica “ser feliz” en nuestro día a día?
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En la paradoja de la felicidad,
buscamos donde ella nunca ha estado, no está, ni estará
confundiendo el placer con paz, y en el miedo nos perdemos ya.
Confiar en el ofrecimiento divino, es la clave,
Donde encontrar lo que anhelamos,
en su eterna busqueda
dejar ir, lo que no nos esclaviza
a este ego que ve la luz
donde ella proyecta
en lugar de encontrarla en el origen
desde donde se manifiesta.
.Donde poder ver más allá,
de aceptar lo que somos,
liberarnos de apegos y de miedos.
Que sentido tiene proyectar luz en la luz?
que sentido tiene proyectar sombras en la sombra?
que el ego crea en esa posibilidad solo
es el simbolo de su descabellada y supuesta realidad.
Que La felicidad no es un destino de egolatrias,
ni un estado fijo que sustenta lo eterno,
es una actitud, de unicidad y conciencia,
un camino, un viaje sin artificio.
Confiar en lo que Dios ofrece es el significado
de la felicidad anhelada,
Pues de esa confianza se aprende lo que corre
por la turbia y confusa mente del Ego
que interactua con un mundo
en el que a todo se le da bombo y espectáculo.
Las emociones, aunque incómodas, nos guían en la vida,
nos muestran el camino,
aunque a veces se perciba arduo y en subida.
Aceptar y comprender, es el secreto de la paz,
y en esa paz encontrar nuestro verdadero estar
y desde nuestro interior, proyectar
para reconocer la verdadera fugacidad
del Ego que enreda nuestra verdadera voluntad
de estar en unión con la verdadera libertad.
Los apegos nos alejan, nos atan a lo externo,
no creemos que sin ellos, nuestro ser es eterno.
La verdadera felicidad, no depende de lo que tengamos,
sino de lo que somos, de lo que en nuestro corazón guardamos.
Despertar es comprender, que la felicidad
no solo es un ese «soy yo»,
sinó un ese «es Dios» diciendome que y quien soy.
No es lo que buscamos, ni en los sueños más locos.
Es saber que renunciar no es perder,
es ver el verdadero valor,
y así, sin luchar, encontrar el amor.
Primero el reino, la integración de la unidad con Dios
y lo demas solo se manifestará por ley natural.
Trascender es mirar más allá, no renunciar, sino entender,
que lo que nos frena, es lo que nos hace sufrir y lamentar.
Estar dispuestos a lo nuevo,
a descubrir lo desconocido que hay en ti
en tu mente manipulada ególatra
es el camino a la felicidad, el sendero del conocerse
para distinguir, lo que es de lo que no.
Desaprender lo aprendido, dar un giro a nuestra vida,
es el primer paso, para encontrar la salida.
Escucharte sin juzgar, con la mente recta de la afiliación
esa mente que viene del corazón,
es el camino a la felicidad, nuestra verdadera canción.
La felicidad está aquí, en el presente, en el ahora,
no en el pasado, ni en el futuro que aún no llega a esta hora.
Aceptar que no te conoces y que Dios te lo muestra
en el inevitable, fluir con la vida,
es la clave de la felicidad, la melodía más querida.
Las cosas son como son,
pero elegir cómo vivirlas,
con conciencia y libertad,
las hacemos más sencillas.
La felicidad no es un sueño, ni un destino lejano,
está en nosotros, en nuestro ser,
en nuestra propia confianza en lo que Dios ofrece.
Que no es otra cosa que la propia voluntad
de la que no se es consciente.
hasta que se manifiesta en la proyección
de esa oscuridad que implica la materia.
La felicidad es la conciencia
de que y quien eres en el Ego
que te domina ahora.