¿Sabes por qué la motivación de los estudiantes es uno de los factores claves que predice el aprendizaje? ¿Qué relación existe entre las emociones y el desarrollo intelectual? ¿Cómo se puede aplicar la neuroeducación en el aula?
Actualmente, son muy diversos los retos y desafíos que presenta la docencia.
Para afrontarlos exitosamente no basta con tener una preparación académica y un amplio conocimiento sobre la materia que se imparte, también es fundamental conocer en profundidad qué hace posible el aprendizaje en cada niño y cómo potenciarlo para un mejor desempeño laboral.
La neuroeducación y la neurodidáctica aportan nuevos conocimientos y estrategias que ayudan a mejorar los procesos de aprendizaje de los estudiantes y los procesos de enseñanza de los docentes.
La neuroeducación hace referencia al conocimiento de cómo funciona el cerebro y la neurodidáctica, basándose en los últimos avances de la neurociencia, se encarga de la aplicación de estos conocimientos en el aula.
En este artículo te explicamos los procesos que mejoran el aprendizaje, cuáles son los principales beneficios de estas disciplinas y algunas claves para comenzar a aplicarlas en el aula.
La educación de los hijos – Enric Más Cerca
En esta conexión Enric Corbera nos habla sobre la importancia de conseguir un equilibrio emocional en nosotros mismos para poder ofrecer una educación emocional de calidad a nuestros hijos, favoreciendo así su aprendizaje en todos los ámbitos de la vida.
Como afirma el neuropsicólogo infantil y Director del Máster en Neurodidáctica de la Universidad Rey Juan Carlos, José Ramón Gamo, “El cerebro necesita emocionarse para aprender”.
La neuroeducación se basa en la investigación científica y su relación con los procesos de aprendizaje.
Propone “un cambio de metodología de enseñanza para sustituir las clases magistrales por soportes visuales como mapas conceptuales o vídeos con diferentes apoyos informativos como gráficos” pero, sobre todo, apuesta por el trabajo colaborativo.
¿Comprendes tus emociones? – Enric Corbera
Las emociones son una parte esencial del proceso de aprendizaje. Antes de poder enseñar cómo regular las emociones, hemos de aprender autorregulación emocional. En este vídeo, Enric Corbera expone qué son, de dónde proceden y cuál es la función de nuestras emociones.
La clave de la Neuroeducación es que respeta el proceso que sigue la actividad cerebral durante el aprendizaje: la motivación, la emoción, la atención y la memoria.
Teniendo siempre presente la plasticidad neuronal y la experiencia que supone aprender.
La neuroplasticidad es la cualidad que tiene nuestro cerebro de cambiar las conexiones sinápticas, y al hacerlo éstas almacenan nuevas informaciones.
Al igual que en la escuela, seguimos realizando aprendizajes durante toda la vida.
Cuando realizamos cambios en nuestra vida, si no son atendiendo a una emoción profunda es complicado que se mantengan en el tiempo.
Por esta razón siempre decimos que una toma de conciencia real nunca parte de una comprensión intelectual sino desde una «revelación» emocional.
Nuestro cerebro es muy sensible a las emociones, pues estas poseen una fuerza descomunal capaz de modificar los estados mentales y fisiológicos de todo nuestro ser.
Lo que no nos emociona no existe en nuestra memoria ni en nuestro mundo mental.
Somos seres emocionales, vivimos nuestras experiencias y las guardamos en nuestra memoria, consciente o inconsciente, gracias a la emoción que acompaña a toda vivencia significativa.
Podemos decir que la emoción está en el origen de todo recuerdo, creencia y conducta que hemos aprendido.
Si queremos potenciar nuestro aprendizaje y aumentar nuestra capacidad para cambiar en la vida, hemos de hacernos cargo de cómo percibimos y gestionamos nuestros estados emocionales.
Asumir esta responsabilidad es un requisito previo imprescindible para poder enseñar las habilidades emocionales fundamentales que impulsarán el desarrollo de nuestros alumnos, tanto personal como académico.
Estas habilidades, que constituyen las herramientas que les ayudarán a ser adultos más felices y exitosos, incluyen la autorregulación emocional, la autonomía emocional, competencias sociales y otras habilidades para dirigir la propia vida y responsabilizarse del propio bienestar.
El aprendizaje escolar, tal y como lo conocemos, está basado en la acumulación de conocimiento y la capacidad que tengamos para retenerlo y, a corto/medio plazo, poder reproducirlo en un exámen.
Esta metodología tiene su origen en el ágora griega donde los sabios transmitían su conocimiento a sus alumnos.
Estudios recientes se cuestionan si es realmente efectiva y buscan nuevas fórmulas para la docencia.
Eric Mazur es profesor de Física Aplicada en la Universidad de Harvard y en sus inicios daba las clases tal y como las había recibido: transmitiendo oralmente conocimientos.
El nivel de satisfacción de sus alumnos era alto y obtenían muy buenos resultados académicos.
Aún así, Mazur se cuestionaba el grado de efectividad de sus clases y empezó a investigar el proceso de aprendizaje cambiando el planteamiento de los problemas y acercándolos a situaciones más reales. “Su conclusión fue que el método expositivo era insuficiente porque le convertía en un mero transmisor de información que comprometía el aprendizaje real de sus alumnos”.
En 2010 un equipo de investigadores del MIT de Boston colocaron un sensor electrodérmico durante una semana entera a un estudiante para medir la actividad de su cerebro.
Resultó que la actividad cerebral era prácticamente nula tanto si estaba en una clase magistral como si veía la televisión. Esta experiencia reforzó la hipótesis de Mazur sobre la poca efectividad del receptor pasivo.
La neurociencia aplicada a la educación nos da acceso a una nueva visión de la enseñanza que nos aporta estrategias educativas centradas en el conocimiento de cómo funciona el cerebro.
Este conocimiento nos invita a transformar cómo enseñamos, incluyendo a los alumnos de una manera activa en su propio aprendizaje, reforzando habilidades como la gestión emocional, la motivación, la atención, las funciones ejecutivas y las operaciones mentales.
En primer lugar, gracias a la neurociencia comprendemos que hay partes del cerebro que están configuradas de distintas formas. Esto significa que existen diferentes maneras de aprender.
Por tanto, debemos implementar estrategias variadas, ya que cada alumno tiene una forma óptima de aprender.
Con este objetivo debemos sustituir las clases magistrales tradicionales por soportes más atractivos y dinámicos como vídeos, imágenes, mapas interactivos, etc, que requieren la participación del alumno.
Así como generar entornos interactivos y colaborativos que pongan el foco en la implicación de los alumnos en su aprendizaje.
Por otro lado, debemos tener presentes aquellos factores motivacionales de cada alumno. Esto nos ayudará a que los conocimientos adquiridos se afiancen adecuadamente.
La neurociencia ha demostrado que la motivación provoca un buen fortalecimiento en las conexiones neuronales que se van desarrollando.
Fomentar un ambiente educativo más proactivo, social y colaborativo nos permitirá transformar el proceso de aprendizaje en algo entretenido y divertido que realmente impulsa la adquisición de nuevas habilidades y conocimientos.
“El cerebro es un órgano social que aprende haciendo cosas con otras personas”.
Jose Ramón Gamo.
En el modelo educativo tradicional se priorizan habilidades cognitivas sobre las emocionales, sin embargo hoy en día, gracias a los últimos avances en neurociencia, sabemos que emoción y cognición son procesos que van de la mano y no es posible desvincularlos.
Por eso, la neurodidáctica optimiza el proceso de enseñanza utilizando las emociones para que el aprendizaje sea efectivo.
Por tanto, otro factor imprescindible para potenciar el desarrollo de los alumnos es entrenar sus habilidades emocionales. No se trata de enfocarnos en que solo experimenten emociones positivas, sino de ofrecerles herramientas que les ayuden a reconocer, manejar y utilizar sus emociones para transitar sus experiencias vitales de forma autónoma y efectiva.
La clave principal para lograrlo es convertirnos en modelos de referencia que les permitan modelar estrategias efectivas de gestión emocional y afrontamiento del estrés, y hacerlo a través de las situaciones de dificultad que se presenten en el aula.
El conocimiento de cómo aprende el cerebro y de qué manera influyen las emociones en este proceso nos ayuda a impulsar nuestro propio desarrollo y a potenciar las cualidades de los alumnos, contribuyendo a que se conviertan en adultos felices y emocionalmente sanos.
La aplicación de la neurociencia en el aula aporta múltiples ventajas. Aquí destacamos las más importantes:
No enseñamos a través de las palabras, sino a través de lo que somos. La neurociencia nos demuestra que la principal vía de aprendizaje del ser humano es la denominada “vicaria” o por imitación.
Nuestros hijos modelan su identidad, hábitos y conductas en base a los ejemplos que les mostramos, a través de nuestra forma de comportarnos, de gestionar nuestras emociones, de afrontar los conflictos y de aproximarnos a nuevas experiencias.
Muchas veces ponemos toda nuestra atención en darles pautas y buenos consejos, tratamos de enseñarles e influir positivamente en ellos con nuestra palabras.
Sin embargo, ellos no aprenden de lo que sabemos o decimos, sino de lo que somos.
Así, nuestra propia coherencia, amor propio y gestión emocional son las mejores enseñanzas que podemos ofrecerles.
Y, en el contexto de su educación académica, para transmitirles la emoción, el interés y la curiosidad por aprender, debemos mantenernos implicados en nuestro propio aprendizaje.
David Bueno, profesor e investigador en la Sección de Genética Biomédica Evolutiva del Desarrollo de la Universidad de Barcelona, ganador del Premio Magisterio por su contribución a la neuroeducación, dice lo siguiente:
«No es que no se pueda aprender sin emociones. Se puede aprender por simple repetición, usando las reglas nemotécnicas para recordar aquello que nos cuesta. La gracia de las emociones es que nos permiten aprender con mucha más eficiencia».
Así, conocer los procesos que mejoran el aprendizaje y cómo afectan las emociones al cerebro nos permite optimizar nuestro desarrollo y el de nuestros alumnos.
En definitiva, la neuroeducación es un campo de la neurociencia lleno de posibilidades que nos proporciona herramientas para aprender y enseñar mejor.
Además de ayudarnos a desempeñar nuestra labor educativa de una forma más eficaz, aplicar la neurodidáctica facilita la adquisición del conocimiento y las habilidades necesarias para que, tanto nosotros como las personas que apoyamos, podamos adaptarnos a un mundo en constante evolución, ofreciéndonos la posibilidad de ser más felices y más exitosos en la vida.
Estoy muy contenta con estos artículos porque me facilita mi investigación. Muchas gracias
Fantástico