¿Te has sentido víctima de manipulación emocional? ¿Consideras que la mayoría de las veces das lo mejor de ti y no recibes lo mismo a cambio? Las injusticias que sientes que vives ¿se repiten? ¿Crees que si la otra persona cambiara ya no te sentirías igual?
Analicemos cómo diferentes situaciones de nuestras vidas nos pueden hacer sentir como víctimas de las personas o las circunstancias y el papel que la manipulación juega en estas dinámicas.
Podemos decir que la manipulación emocional busca ejercer control sobre una persona usando sus emociones como elemento de desequilibrio y con el objetivo de obtener cierto beneficio.
A veces podemos sentirnos víctimas en alguna relación interpersonal, pero también debemos analizar el papel que jugamos en ella. Por ejemplo, cómo establecemos límites y si ellos han sido flexibilizados al punto de sentirnos vulnerables o afectados.
También podemos preguntarnos qué beneficio estamos obteniendo de la situación y si nos coloca a nosotros en el papel de manipulador.
No es extraño que cualquiera de nosotros se haya sentido como víctima en algún momento de la vida, tanto en circunstancias simples como en algunas que pueden extenderse por años.
Por supuesto, hay situaciones de victimización en las que alguien ha sido objeto de un abuso o de un exceso, sin que tuviera la posibilidad de reaccionar.
Por ejemplo: en tu familia sientes que todos te buscan para resolver problemas y cuando tú tienes uno, nadie de ellos te brinda ayuda. Cuando se lo cuentas a algún amigo te da la razón y te reafirma lo mismo que tú piensas: pobre de ti que no te corresponden si tú eres tan buena persona y siempre los apoyas.
O quizá tus relaciones amorosas tienen en común que la otra persona nunca quiere comprometerse aunque tú la pongas como prioridad en tu vida y sientes que se aprovecha de tu amor y buena voluntad.
En fin, cualquier situación en la que tú puedes incluso sacrificar cosas para ayudar o quedar bien con la otra persona y no recibes “lo que esperabas” a cambio.
Una definición sencilla de víctima es: una persona que sufre un daño o perjuicio causado por otra persona o por una causa fortuita.
Desde una mentalidad victimista se interpreta que “el daño que se le infringe a la víctima es culpa de alguien más”, poniendo la responsabilidad de su situación y su estado emocional fuera de sí misma
La persona que se considera una víctima, generalmente cuenta con la compasión y la comprensión de otros. Y puede suceder que si alguien cuestiona sus actos, se le considere insensible o incomprensivo.
En tal sentido, situarse en el papel de víctima puede tener dos caras: la del sufrimiento causado por el otro y la de los beneficios que se logran al estar en ese estado de victimismo.
“Si la víctima no hace nada por cambiar la situación se convierte en victimario y el victimario en víctima”
¿Por qué el planteamiento de Carl Gustav Jung sugiere que la víctima puede cambiar su situación?
Podría parecer descabellado sacar a la víctima de su papel y mirarla como responsable de lo que está experimentando pues lo que ella cree es que “el mundo y la vida están en su contra” y por eso “los demás la hacen sufrir”.
Sin embargo, cada uno es responsable de la interpretación que da a lo que le sucede y cómo afecta a su estado interno.
Es cierto que la víctima puede necesitar atención, apoyo y cuidado. Sobre todo si se encuentra en un estado de conmoción y vulnerabilidad importante.
Pero retomemos dos ideas: la víctima tiene la percepción de que la responsabilidad de lo que le pasa es de alguien más y estar en el papel de víctima le otorga ciertas ventajas.
Actuar desde el papel de víctima puede favorecer el no cambiar, evitando enfrentarse a los miedos, al fracaso o a situaciones nuevas y desconocidas.
Alguien que no toma decisiones tiende a suponer que así evita equivocarse. Y, como consecuencia, alarga una situación hasta que sea insostenible, lo que puede durar años.
Cuando se trata de soluciones, las “víctimas” suelen poner excusas para permanecer en ese mundo “hostil y desdichado” porque resulta más fácil responsabilizar a los demás, y ejercer algún tipo de manipulación emocional para intentar cambiarlos, que tomar las riendas de la propia vida.
Es común que la “víctima”, también tenga poca empatía hacia los demás, ya que el foco más importante es el sufrimiento que ella misma padece.
«Ser víctima no es una identidad, es una experiencia temporal»
Rachel Simmons
La Bioneuroemoción parte de que todo lo que atraemos, tanto personas como situaciones, tiene que ver con nosotros mismos.
Somos parte de un todo que se mueve por frecuencias y vibración; somos energía e información.
En tal sentido, para dejar de creer que la causa de nuestros problemas está afuera, podemos aplicar la inversión de pensamiento y ver la información que el otro nos está reflejando.
Cuando me siento “víctima” de, por ejemplo, alguna falta de respeto, puedo analizar de qué forma me estoy faltando el respeto a mí mismo y cómo el otro me hace de espejo para que sea más evidente.
Asimismo, puedo observar qué beneficios obtengo al jugar el papel de «víctima»: quizá no tomar alguna decisión o evitar cambiar algo. Esto me permitirá reconocer que, en ese mismo juego de manipulación emocional yo puedo estar tratando de cambiar la situación o al otro.
Ser adultos emocionales implica asumir nuestras responsabilidades, comprender que todo estrés conlleva un aprendizaje y actuar para cambiar las situaciones que nos perjudican.
Posicionarnos así ante las dificultades nos permite aprender, transformarnos y elegir nuevas maneras de responder ante lo que nos sucede. Ejercer la libertad emocional nos devuelve el poder de dirigir nuestra vida conscientemente.
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En este podcast, Enric Corbera describe los rasgos emocionales que caracterizan el victimismo y cómo nos quedamos en un bucle de repeticiones si no dejamos de culpar a los demás de lo que nos sucede.
Enric Corbera aborda en profundidad, en este video, el modo en que podemos transformar en maestría las situaciones en las que creemos que somos víctimas.
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