Al mirar nuestra vida vemos que atravesamos diversas etapas, unas más duras, otras más inciertas, otras de grandes descubrimientos. En cada una usamos diferentes recursos, conocidos como arquetipos, para enfrentarnos a los cambios y a las crisis inherentes a la vida.
En este artículo veremos cómo algunos personajes arquetípicos nos pueden guiar para reconocer procesos y momentos cruciales de nuestra vida, y cómo cada uno de ellos nos ofrece un impulso vital específico para avanzar.
¿Con qué arquetipo te identificas más? ¿Cuál te fue o es más útil?
Independientemente del punto vital en el que te encuentres, del tipo de problemas que tengas actualmente y de cómo te sientas en relación a tu capacidad para cambiar las cosas, otras personas antes que tú han vivido experiencias similares y han logrado trascender sus circunstancias para mejorar su vida.
Esta sabiduría ancestral fue tomada por Carl Gustav Jung, quien la organizó bajo el concepto de arquetipo. Este se refiere a la forma que se les da a algunas experiencias y recuerdos de nuestros primeros antepasados y que se expresan en patrones de pensamiento y de conducta.
Reconocerlos en nuestra forma de afrontar las dificultades nos puede ayudar a aprovechar su potencial y avanzar en nuestro viaje de autoconocimiento lleno de aventuras, desafíos y aprendizajes.
“La vida te oculta los tesoros hasta que emprendes el viaje y sales a buscarlos.”
Bert Hellinger
Para desenvolvernos en la vida y alcanzar la madurez emocional usamos diferentes roles arquetípicos según la función y el objetivo de cada uno.
A continuación veremos algunos de los principales y cómo nos puede beneficiar aprender a reconocerlos en nuestra vida.
En nuestra gestación y durante los primeros años de vida, vivimos en un estado de inocencia en el que somos cuidados por nuestros padres o tutores. Allí no tenemos que preocuparnos por nuestra supervivencia.
En la historia de Adán y Eva en el paraíso, por ejemplo, se observa que su primera prueba es su expulsión del Edén. Ella simboliza el nacimiento, la adolescencia y la emancipación.
En nuestra vida adulta, el arquetipo del inocente puede representar la necesidad de dejar la inercia y salir de nuestra zona de confort para avanzar.
Nuestra personalidad inocente se desvanece en cuanto dejamos de depender de las personas y/o de las creencias que garantizaban nuestra protección. Dejar de ser “inocentes” implica empezar a responsabilizarnos de nuestro propio bienestar.
El primer sentimiento que suele inundarnos cuando nos desprendemos de nuestras viejas formas de pensar y nos adentramos en lo desconocido es el de la inseguridad. También puede expresarse como desamparo o desilusión.
Por ejemplo, en el momento en que nos dimos cuenta que nuestros padres no eran perfectos o cuando dejamos de simpatizar con un grupo o una religión, primero sentimos decepción.
El conflicto que supone reconocer la ineficacia de antiguas formas de pensar nos propone desarrollar las herramientas que nos permitan afrontar nuestra nueva vida con más autonomía.
Aquí suele aparecer la figura del mentor que nos anima a reconocer otras posibilidades y nuevos escenarios. Lo podemos encontrar en un jefe, un maestro o, incluso, en nuevos paradigmas para afrontar la vida.
¿Quién no se ha sentido alguna vez perdido y sin rumbo en la vida? La literatura representa muy bien esta fase con las historias de aventureros que parten solos a ver el mundo y a encontrarse a sí mismo.
En nuestra vida puede suponer el período que sigue al terminar una carrera universitaria o una larga relación y decidimos dar ese salto al vacío, sin ninguna certeza ni seguridad sobre lo que pueda pasar.
“No te alejes de tus ilusiones. Cuando éstas desaparezcan, seguirás existiendo, pero habrás dejado de vivir.”
Mark Twain
Este arquetipo nos ayuda a reconocer que podemos convertir los problemas que antes nos generaban sufrimiento en aventuras y pruebas a superar para conocernos a nosotros mismos y definir nuestra personalidad.
El gran desafío que nos plantea este arquetipo es: ¿puedo dejar atrás mis antiguas creencias y transformar mi identidad?
Después de haber tomado decisiones y habernos posicionado en una nueva forma de pensar y actuar, necesitamos apropiarnos de una causa o nuevas ideas.
Cuando tenemos una dirección fijada en nuestra vida, sea personal o laboral, nuestras acciones cobran un nuevo sentido y se convierten en las “batallas” que nos permiten desarrollar nuestro potencial.
“Cuando un guerrero tiene por fuerza que creer, lo hace porque así lo escoge, como expresión de su predilección más íntima… Un guerrero no cree; un guerrero tiene que creer”.
Carlos Castaneda
Este arquetipo nos estimula a aprender a confiar en nuestra propia verdad y actuar en consecuencia, asumiendo las responsabilidad sobre lo que nos sucede.
Como resultado, integrar al Guerrero supone dejar de temer al mundo. También invita a superar la necesidad de probar nuestra superioridad al defender nuestros ideales. Podemos, simplemente, ser.
Una vez que hemos defendido nuestra identidad, nos damos cuenta que no tenemos que luchar con nadie para ser nosotros mismos.
No obstante, si bien esta conducta puede conllevar una gran generosidad y apertura hacia las personas, puede llevarnos a asumir la postura del “mártir”, donde es más importante proteger a otro que a uno mismo. Nos deja una sensación de sacrificio, de quien hace todo por los demás y se olvida de sí mismo/a.
El arquetipo del mártir nos puede mostrar que no tenemos que alejarnos de las personas ni tampoco priorizarlas para desarrollar nuestra personalidad.
Entonces, nuestras acciones dejan de pretender diferenciarnos de los demás ya que, desde la conciencia de unidad comprendemos que cada acto tiene que ver con nosotros mismos.
Este arquetipo integrado de una manera saludable puede observarse, por ejemplo, cuando nos casamos o nos convertimos en padres. Ello supone la ampliación de nuestra identidad, abarcando más allá de nuestra propia persona, pero sin dejar de atendernos a nosotros mismos.
La premisa básica de un mago es modificar el mundo que le rodea, incluídos sus aspectos “oscuros”, y crear una nueva realidad.
El desafío de este arquetipo es comprender que la realidad es el reflejo del propio estado interior. Por lo tanto, la tarea del Mago es integrar lo que percibe en su realidad y transformarlo a través de su propia conciencia.
Uno de los aprendizajes del Mago es reconocer que aquello que temía como Huérfano, de lo que había huido como Vagabundo, lo que había enfrentado como Guerrero y por lo que se había sacrificado como Mártir, son la expresión de elementos inconscientes de su personalidad.
Integrar el arquetipo del Mago es comprender que no se puede cambiar el mundo, sino que uno mismo debe ser el cambio que se quiere ver en los demás.
Los arquetipos muestran los diferentes aspectos o etapas que solemos experimentar para superar cada etapa con éxito. Cada uno de ellos nos propone aprendizajes específicos y nos impulsa a seguir avanzando en nuestro proceso de transformación.
Comprender e integrar lo que los diferentes arquetipos nos inspiran, nos puede llevar a vivir una vida plena de sentido y de propósito. Son una guía en el camino.
Nos ofrecen una nueva forma de entender nuestra vida, en la que aceptamos la responsabilidad que tenemos sobre lo que nos sucede y somos los verdaderos artífices de nuestro destino.
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Enric Corbera nos habla en este podcast de nuestra identidad más profunda, capaz de iniciar un viaje para reconocerse a sí misma buscando coherencia y libertad.
En este video, David Corbera expone de qué forma todo lo que vivimos es una realidad subjetiva que, con el trabajo adecuado, podemos transformar para fomentar nuestro bienestar.
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