¿Recuerdas con claridad el momento exacto en que viviste algo importante? Es probable que lo que guardas en tu memoria no sea una copia fiel de lo ocurrido, sino una versión moldeada por tus emociones, creencias y experiencias. Recordamos selectivamente.
La memoria no es un archivo objetivo, sino un relato subjetivo que construimos y reconstruimos constantemente. ¿Hasta qué punto puedes confiar en lo que recuerdas?
Este artículo explora cómo creamos, modificamos e incluso inventamos recuerdos, y cómo esa capacidad transforma nuestra percepción de nosotros mismos y de lo que nos rodea.
¿Estás listo para cuestionar la historia que cuentas sobre tu vida?
Recordemos aquella vez que vimos una película con otras personas. Aunque las imágenes y los sonidos fueran los mismos para todos, cada uno guardó recuerdos distintos. Algunos se fijaron en detalles técnicos, otros en emociones específicas o en diálogos que resonaron en ellos.
La memoria no funciona como un registro objetivo de lo vivido. Incluso podemos volver a ver esa misma película años después y notar que la percibimos de manera diferente: menos divertida, más melancólica o simplemente distinta.
Esto no ocurre solo con momentos cotidianos. Las memorias que construimos sobre nuestra vida personal están influenciadas por factores como nuestro estado emocional, historia familiar y creencias.
Por tanto, no vivimos «lo que fue», sino la versión que nuestra memoria ha codificado de ello.
“La memoria es la forma en que seguimos contándonos a nosotros mismos nuestras historias.”
Nuestra memoria no es un mecanismo pasivo. Es un proceso activo y bidireccional que reconstruye el pasado desde el presente.
Este carácter mutable puede jugar un papel importante en cómo entendemos nuestra historia. Por ejemplo, un recuerdo traumático cargado de emociones negativas puede transformarse si lo reinterpretamos desde una nueva perspectiva emocional.
En el ámbito judicial, la memoria ha sido objeto de múltiples estudios debido a la relevancia de los testimonios en procesos legales. Investigaciones lideradas por psicólogos como Elizabeth Loftus han demostrado que los recuerdos pueden ser distorsionados o incluso fabricados.
Los experimentos de Loftus evidenciaron que los testigos o víctimas de un delito no siempre relatan hechos objetivos, ya que sus memorias pueden ser moldeadas por sugestión, emociones o información recibida posteriormente.
Estos hallazgos han llevado a cuestionar la fiabilidad de los testimonios judiciales como única evidencia y han reforzado la necesidad de pruebas materiales.
Saber que los recuerdos no son absolutos nos brinda la oportunidad de reinterpretar nuestra historia personal y, con ello, transformar nuestra vida.
Una persona que siente, por ejemplo, que nunca fue valorada por su padre, podría explorar esos recuerdos con otra perspectiva. Tal vez descubra que su percepción estuvo influida por las emociones de otra figura en su vida, como una madre resentida por conflictos maritales.
Comprender este filtro emocional puede cambiar por completo cómo interpreta su relación consigo mismo y con su padre, con otros hombres y figuras de autoridad.
Este proceso de reinterpretación no borra los hechos, pero sí modifica la manera en que los vivimos internamente.
Cambiar la percepción de un recuerdo puede transformar la forma en que entendemos nuestra identidad y nuestras relaciones. Esto es especialmente relevante en eventos emocionalmente intensos, que suelen ser los más susceptibles a distorsiones.
Siguiendo con el ejemplo anterior, si una persona transforma cómo percibe a su padre, esta figura tan relevante de la infancia, transforma muchas cosas en la vida adulta.
El escritor Osvaldo Soriano afirmaba que «la memoria, al elegir lo que conserva y lo que desecha, no sabe de casualidades». Esto sugiere que no somos meros productos de nuestras experiencias, sino de cómo las hemos codificado.
Esta codificación se ve influida por nuestras creencias actuales y puede redefinir quiénes somos en el presente.
El psicólogo Michael S. Gazzaniga señala que dos factores son esenciales para recordar un acontecimiento: la emoción y la curiosidad con que se vive.
Las emociones anclan los recuerdos y, al mismo tiempo, están condicionadas por nuestras experiencias previas y creencias. La curiosidad, por su parte, permite que observemos los eventos desde una «mente inocente», libre de prejuicios, lo que puede generar memorias más completas y auténticas.
Cuando no somos conscientes de cómo nuestras memorias están filtradas por información inconsciente, tendemos a perpetuar patrones familiares o sociales. Esta inercia puede limitarnos, pero al comprender cómo hemos construido nuestros recuerdos, podemos reescribir nuestra narrativa personal y romper con esas repeticiones.
La memoria no es una esencia fija, sino una construcción continua. Al evocar un recuerdo, lo recreamos y lo adaptamos a nuestro estado emocional actual.
Esto significa que no podemos cambiar el pasado, pero sí la forma en que lo interpretamos.
Como señala el investigador Peter Levine, la memoria es un proceso reconstructivo que selecciona, añade, borra y reorganiza información para adaptarse al presente.
La plasticidad de los recuerdos tiene implicaciones profundas en nuestra vida cotidiana. Una reinterpretación consciente de nuestras memorias puede modificar cómo nos percibimos y, en consecuencia, cómo enfrentamos el presente.
Esto aplica tanto a nuestra memoria individual como a la colectiva. La memoria histórica, por ejemplo, está condicionada por relatos subjetivos que responden a las vivencias y emociones de quienes la transmiten.
No somos el resultado de nuestras experiencias, sino de la forma en que las hemos codificado. Esto nos da un poder transformador: al reinterpretar lo que recordamos, podemos influir en nuestra percepción actual y en nuestras relaciones.
Si bien no podemos evitar que nuestra memoria sea subjetiva, podemos aprender a observarla con una nueva conciencia que nos permita crecer y adaptarnos.
«Recordar es, sobre todo, un acto creativo. Al relatar, la gente crea, redacta, su vida.»
Premio Nobel Svetlana Alexievich
Estamos invitados a asumir la responsabilidad de la narrativa que construimos sobre nosotros mismos.
En ese proceso, no solo encontramos respuestas sobre quiénes somos, sino que también descubrimos nuestra capacidad para reimaginar nuestro presente y futuro.
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En este pódcast, Enric Corbera aborda cómo los recuerdos no solo son ventanas al pasado, sino también son nuestra forma de concebirnos en el presente. ¿Qué recuerdos conforman lo que eres hoy en día?
David Corbera nos recuerda que reinterpretar las narrativas para que resuenen con cada persona es clave para restaurar la coherencia interna y mejorar el bienestar.
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