La fuerza de voluntad conlleva una lucha interna que implica suprimir impulsos, pensamientos y emociones. A pesar de ser considerada una de las mejores virtudes, a veces resulta contraproducente y puede derivar en tensión, estrés y pensamientos críticos.
¿Cómo podemos convertirla de yugo en aliada de nuestro bienestar?
La voluntad es la capacidad que mueve a los seres humanos a hacer cosas de forma intencionada. Es decir, a través de la voluntad el ser humano decide y elige libremente una conducta determinada.
Cuando tomamos una decisión, la voluntad actúa como una energía que nos impulsa a expandirnos en la vida. Nos empuja hacia lo que queremos, buscando cumplir un propósito.
Cuando nuestra voluntad y nuestro propósito se alinean, podemos atravesar obstáculos sin ejercer resistencia en nuestro caminar porque estamos actuando desde la coherencia.
“Si hay algo en nosotros verdaderamente divino, es la voluntad. Por ella afirmamos la personalidad, templamos el carácter, desafiamos la adversidad, reconstruimos el cerebro y nos superamos diariamente.”
Santiago Ramón y Cajal
Cuando añadimos la palabra “fuerza” a “voluntad”, es inevitable pensar en creencias tales como: “Si quieres lograr algo en la vida, tienes que disciplinarte, resistir las tentaciones, sacrificarte y obligarte o avanzar forzadamente”.
A pesar de que suele estar concebido como una virtud, esta “fuerza de voluntad” no solo es contraproducente para el fin de realizar cambios en nuestra vida, sino que también afecta de forma considerable nuestra salud y estima.
Ejercer la fuerza de voluntad es forzar nuestra conducta y querer controlarla para conseguir algo sin hacer cambios a un nivel profundo. Esto provoca que experimentemos un estrés continuo, porque existe una lucha interna por suprimir y controlar nuestros pensamientos y emociones.
Al hacerlo creemos que estamos gestionando nuestros estados emocionales, pero, en realidad, los estamos reprimiendo y evadiendo.
Cuando actuamos desde la fuerza no escuchamos nuestras necesidades, nuestras emociones y, muchas veces, ni a nuestro cuerpo. La mente está siendo guiada por creencias inconscientes.
Mientras que cuando actuamos por voluntad, conectamos con nuestro poder interno y nos movemos siendo conscientes del para qué lo hacemos. Es decir, no se trata de no realizar acciones que nos supongan esfuerzo y disciplina, sino de acompañar estas acciones de indagación, conciencia y empatía para con uno mismo/a.
“En lugar de ser tus pensamientos y emociones,
sé la conciencia que hay detrás de ellos.”
Podemos comenzar por reformular la pregunta:
¿Realmente quiero hacer esto?
¿Para qué quiero hacerlo?
¿Qué gano al quedarme como estoy?
¿Qué puede suceder si lo hago?
Decir “no tengo fuerza de voluntad» es una excusa basada en la historia que nos contamos para darle sentido a nuestra inactividad. Esa es, precisamente, la “historia” que nos impide cambiar.
La voluntad no requiere de fuerza, requiere conciencia y, para ello, hemos de aprender a ser buenos observadores. ¿Para qué?
Para reconocer nuestras verdaderas intenciones detrás de nuestras decisiones y también los beneficios secundarios que obtenemos al quedarnos como estamos y que, tal vez, sean el principal obstáculo para avanzar.
Tener más o menos voluntad también depende del tipo de pensamientos que alimentamos. Observa tu diálogo interno cuando quieres conseguir algo:
¿Qué te dices a ti mismo/a?
¿Son pensamientos que te empoderan, alientan e inspiran?
¿Son pensamientos que te justifican?
Recuerda que donde pones tu atención, pones tu energía y, por lo tanto, es lo que potenciarás.
“No hacemos las cosas porque sean difíciles,
son difíciles porque no nos atrevemos a hacerlas.”
Séneca
Lo primero y fundamental es tomar conciencia de qué queremos realmente, para así marcar un rumbo. Si no decido a dónde voy, ¿cómo me moveré? ¿En qué dirección?
Piensa que cuando quieres llegar a algún lugar y pones una dirección al GPS . Para moverte en la vida es lo mismo.
La vida te sorprende cuando eliges donde quieres ir. Pero si no tomas decisiones, te estancas.
Existen creencias que nos condicionan y generan una resistencia en nuestro avance. Estas se manifiestan en nuestro estado de ánimo o en algo que creemos de nosotros mismos.
Para reconocerlas puedes preguntarte, por ejemplo, ¿qué pienso sobre mí mismo en esta situación?
A lo largo de nuestra vida y sobre todo cuando éramos pequeños, fuimos recibiendo información acerca de cómo era el mundo, de cómo debían ser o se tenían que hacer las cosas. Y esto lo hicimos a través de los ojos de papá y mamá.
A esa edad no nos atrevemos a cuestionar lo que nos dicen porque dependemos de ellos para nuestra supervivencia. Sin embargo, de adultos podemos elegir formas de abordar la vida que nos potencien.
Las creencias, cuando son tomadas como verdades absolutas, nos impiden ir más allá de ellas. Incluso queremos defenderlas.
Por eso, aunque muchas veces queremos hacer algo, no tenemos la voluntad para llevarlo a cabo.
Esto es así porque todavía obtenemos algún beneficio del que no somos conscientes. Por más que nos cueste reconocerlo, detrás de cada acción existe una intención positiva, algo que es importante para nosotros mismos.
Por ejemplo, para pertenecer al clan familiar mantenemos sus ideas. Por miedo a ser la oveja negra y sentirnos rechazados evitamos generar un desorden en el sistema. Pero al hacerlo renunciamos a nuestra propia voluntad y a nuestra libertad.
El método de la Bioneuroemoción utiliza los conflictos del día a día para identificar aquellas creencias inconscientes que se manifiestan en nuestra realidad y que nos limitan a la hora de tomar decisiones. Son las que justificamos con “no tengo fuerza de voluntad”.
Las creencias no son ni buenas ni malas, porque en su momento fue lo que aprendimos. Pero sí podemos decidir ser más flexibles y reemplazarlas por otras más coherentes con nuestra vida actual.
Con estos cambios podremos ejercer el poder de nuestra voluntad e ir por aquello que tanto queremos.
Al cambiar la percepción que tenemos de ellos podremos aprender a desarrollar la conciencia de unidad y lograr conectar con nosotros mismos y con nuestro verdadero «poder».
La voluntad es la capacidad consciente de elegir qué queremos y esta decisión es impulsada por una energía que nos invita a movernos desde nuestro poder.
Desde esa mirada los desafíos y las dificultades se perciben como oportunidades de crecimiento. Gracias a la voluntad podemos hacer los cambios necesarios para vivir en coherencia con nuestras decisiones.
Hablando de la distinción entre poder y fuerza, Davis Hawkins decía:
“Los estados en los que interviene el yo personal están marcados por el esfuerzo. Y aquellos otros en los que nos alineamos con el verdadero poder, es que podemos fluir con él.”
Entendemos por yo personal a esa parte de la identidad que se percibe a sí misma separada de todos y que está en conflicto con el mundo “externo”. Por eso necesita esforzarse.
Es decir, utiliza la fuerza de voluntad porque se considera víctima de las circunstancias. No está en contacto con su esencia y se resiste al cambio.
En tanto, el poder surge cuando conectamos con nuestra sabiduría interna y nuestra esencia.
El verdadero motor de nuestra voluntad no es la fuerza sino la confianza y el aprender a vivir en la incertidumbre.
Nuestros pensamientos son propuestos por nuestro cerebro, por lo que sólo son una posibilidad y no un hecho. Cuando lo reconocemos podemos cuestionarnos cualquier tipo de creencia.
Si asumimos la responsabilidad de lo que pensamos -y creemos- también podremos darnos cuenta de que hoy tenemos más herramientas que en el momento en que aprendimos estas creencias. Ahora podremos volver a confiar en nosotros mismos y en las habilidades que adquirimos.
Por eso, cuando miramos al pasado y valoramos nuestros recorrido, la gratitud nos abre las puertas a eso que deseamos vivir. No nos preocupa lo que vendrá. Sabemos sostener la incertidumbre cuando vivimos en el ahora y así nos abrimos a todas la posibilidades que nos ofrece la vida.
Si quieres seguir profundizando sobre este tema, puedes acceder a este material en nuestro canal de Spotify y de Youtube:
En esta clase de David Corbera, nos habla de la importancia de diferenciarnos del sistema familiar, para desarrollar nuestro propio propósito e identidad.
En este vídeo David Corbera explica, de qué forma la conciencia de unidad nos ayuda a tomar la responsabilidad de nuestra vida y a atravesar las resistencias que nos impiden cambiar y bloquean nuestro desarrollo.
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Buen artículo, muy interesante y clarificador. Por mucha voluntad que tengas hay muchas cosas que nunca vas a conseguir. Eso hay que tenerlo claro y no caer en frustraciones estúpidas. Pero también es verdad que tener voluntad es importante. Mucha gente sin un gran talento ha conseguido muchas cosas por su voluntad. Hay que conocer sus límites y no forzar en exceso pero la voluntad es una de las fuerzas que dominan el mundo, para lo bueno, para lo malo y para lo regular.