La mala conciencia nutre el coraje de ser libre

19 febrero 2025

Hoy te desafiamos con el concepto de mala conciencia, ¿lo conocías? 

Desde niños nos enseñan que ser buenos es seguir normas y evitar el conflicto. Pero, a veces, lo que los demás esperan de nosotros contradice lo que sentimos en nuestro interior.

¿Qué pasaría si la clave para vivir en coherencia estuviera en esa incomodidad que nos dice que algo no encaja? 

Ahí aparece la mala conciencia, esa voz que nos susurra que estamos desafiando lo establecido. ¿Y si no fuera un error, sino una brújula hacia nuestra verdad?

 

La necesidad de pertenecer

Desde que nacemos nuestra supervivencia depende de la pertenencia. Somos seres sociales y, para garantizar nuestra aceptación, adoptamos valores, creencias y comportamientos que nos permiten encajar en nuestro entorno.

El término “conciencia” tiene diversas acepciones, pero en este contexto nos referimos a un mecanismo interno que regula nuestra percepción de lo correcto o incorrecto según las normas de nuestra familia, cultura o grupo social. Nos sentimos en “buena conciencia” cuando nuestras acciones coinciden con esas expectativas.

En cambio, cuando nos desviamos de esas normas, aparece la “mala conciencia”, una sensación de inquietud que nos alerta de que estamos desafiando lo aprendido.

Entonces, ¿es siempre bueno seguir la moral impuesta por nuestro entorno? ¿Hasta qué punto lo que creemos correcto es una elección propia y no un mandato heredado?

 

El dilema social de la conciencia

Tener la conciencia tranquila nos da validación y pertenencia. Nos sentimos serenos cuando seguimos lo que se espera de nosotros, ya que obedecer nos aporta seguridad y reconocimiento. El conflicto interno surge cuando lo que se espera de nosotros no coincide con lo que realmente queremos.

Aquí es donde entra en juego el conflicto externo. Aparece cuando desafiamos creencias establecidas, cuando nos atrevemos a cuestionar lo que nos enseñaron como “bueno”.

Por ejemplo, alguien que ha crecido en una familia donde el sacrificio por los demás es un valor absoluto puede sentir mala conciencia al priorizarse a sí mismo. O una persona que decide cambiar de rumbo profesional puede experimentar culpa por no cumplir las expectativas familiares

¿Es esa culpa una señal de que está haciendo algo mal o, por el contrario, un indicio de que está avanzando hacia su autenticidad?

 

 

La voz rebelde que pide ser expresada

El concepto de «mala conciencia» ha sido explorado por diversos pensadores, entre ellos Friedrich Nietzsche, quien en su obra “La genealogía de la moral” la describe como “una internalización de los instintos reprimidos debido a las restricciones sociales”.

Según Nietzsche, estos impulsos, al no poder expresarse libremente, se vuelven hacia el interior del individuo generando culpa y autoreproche. Como resultado de esta represión, desarrollamos una autopercepción autodestructiva, juzgándonos y castigándonos internamente. 

 

¿Quién quieres ser?

Lo que llamamos mala conciencia no es más que el choque entre nuestra identidad adquirida y nuestra verdad interior. Es el síntoma de que algo dentro de nosotros quiere cambiar.

La verdadera pregunta es: ¿Vivimos para cumplir lo que otros esperan o nos atrevemos a ser quien realmente queremos ser

Diferenciarnos de nuestro entorno nos enfrenta a la culpa, pero nos acerca a nuestra verdad. La culpa no es una señal de error, sino de crecimiento. Indica que estamos rompiendo un patrón que ya no nos representa.

 

Veamos ejemplos concretos, ¿te identificas con alguno de ellos?

 

La joven que elige una carrera diferente a la esperada.

Sus padres son médicos y se espera que ella siga el mismo camino. Pero su verdadera vocación está en el arte. A pesar de su entusiasmo, siente una culpa profunda por decepcionar a sus padres. Cada vez que menciona su decisión, su mala conciencia la enfrenta con el miedo a ser rechazada.

 

La madre que decide priorizarse.

Durante años ha vivido para su familia, postergando sus propios deseos y necesidades. Cuando finalmente expresa su intención de hacer un viaje sola, su entorno la acusa de egoísta. La mala conciencia la invade, haciéndola dudar de su decisión. 

 

El adulto que decide cortar con un vínculo tóxico

Desde siempre, ha soportado el maltrato verbal de un hermano con la justificación de “así es su carácter”. Un día, decide poner límites y tomar distancia. La culpa lo golpea de inmediato: “¿Estoy siendo demasiado duro? ¿Estoy fallando como hermano?”. Pero en el fondo, sabe que diferenciarse no es traicionar, sino un acto de respeto hacia sí mismo.

 

«Quien no se mueve, no siente las cadenas» 

Rosa Luxemburgo 

 

Sostener la culpa es el precio de la libertad

El miedo al rechazo y la culpa son los mayores inconvenientes para el cambio. Aprendimos que seguir nuestro propio camino puede hacer daño a los demás.

Muchas veces coartamos nuestra libertad / no buscamos nuestra plenitud  porque tememos decepcionar o perder el amor de quienes nos rodean. 

 

Atajos que nos demoran

Con frecuencia, en un intento inconsciente de sentir alivio moral, adoptamos actitudes que refuerzan la idea de que estamos haciendo algo mal.

Por ejemplo: evitamos hablar de nuestros logros con la familia para no sentir que los traicionamos, nos autosaboteamos en relaciones por creer que no merecemos amor, o exageramos nuestra rebeldía como una forma de justificar nuestra sensación de exclusión.

Sin embargo, vivir una vida que no nos pertenece solo para evitar sentir culpa es una forma de autoengaño. 

Victimizarnos por querer ser diferentes no nos permite dar el paso siguiente. El autocastigo no nos destruye, pero también nos muestra qué partes de nosotros siguen atadas al pasado y esto nos permite reconstruirnos.

Cuando comprendemos esto, podemos ver nuestra transgresión desde otra perspectiva: no como un castigo, sino como una señal de transformación.


 

El impulso de la desobediencia

Asumir la responsabilidad de lo que sentimos puede transformar la transgresión en un puente hacia nuestro crecimiento.

De esta manera, cada conflicto interno es una oportunidad para expandir nuestra comprensión y desafiarnos a evolucionar. Aquello que nos genera remordimiento no es un obstáculo, sino una señal que nos invita a explorar la raíz emocional de nuestro malestar.

Cuando comprendemos su significado, la mala conciencia deja de ser un peso que nos limita y se convierte en una vía de autoconocimiento. No podemos esperar que el mundo cambie para sentir pertenencia, pero sí podemos transformar la forma en que lo percibimos.

 

«La desobediencia puede ser un acto de libertad interior y un paso hacia la independencia moral.»

Erich Fromm

 

La mala conciencia crea seres auténticos

No se trata de rebelarnos por el mero hecho de hacerlo, sino de ser fieles a nuestra verdad, aunque eso implique atravesar momentos de incomodidad. 

Sostener la mala conciencia es un acto de valentía.

Cuestionar lo establecido no significa rechazar nuestras raíces, sino honrarlas al trascenderlas. Agradecer la estructura que nos dio seguridad y atrevernos a construir una nueva, basada en nuestra propia experiencia.

Ser fieles a nosotros mismos fortalece nuestras relaciones, permitiéndonos conectar desde la autenticidad en lugar de la complacencia. Porque solo cuando nos atrevemos a vivir en coherencia, sin miedo a la mala conciencia, encontramos la verdadera libertad.

 

 

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Este pódcast, Enric Corbera ofrece una guía para realizar un proceso interno de auto-indagación a través de una serie de preguntas reflexivas.

 

A través de ejemplos prácticos, en este video Enric Corbera explica qué significa tomar conciencia, qué implica y para qué hacerlo.

 

 

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Diplomado en Bioneuroemoción®

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