Hablar de los demás y hacer juicios es una práctica habitual. A veces lo llamamos opinar, otras directamente criticar. Nos basta un comentario o una acción que consideramos inapropiada para manifestar nuestra forma de pensar.
En este artículo reflexionamos sobre cómo lo que decimos y los juicios que hacemos, hablan más de nosotros que del otro. ¿Cómo podemos aprovecharlos para nuestro autoconocimiento?
Según la RAE, un juicio es una opinión razonada que alguien se forma sobre una persona o una cosa. Pero realmente, ¿todos nuestros juicios son razonados? ¿Conocemos en profundidad qué motiva o necesita la otra persona?
Y, lo más importante, ¿en qué nos basamos y con qué intención la estamos juzgando?
Además de los propios al sistema judicial (penales, civiles, orales y administrativos), en nuestra vida cotidiana realizamos juicios de valor. Cuando hacemos una valoración o crítica, nos basamos en determinados criterios y estereotipos enraizados en nuestra cultura y las experiencias vividas.
Por lo tanto, implica una apreciación basada en nuestro sistema de valores y creencias. Se caracteriza por ser subjetiva y, con frecuencia, dicotómica, por ejemplo: bueno – malo.
El hecho de juzgar es tan antiguo como la humanidad misma y está presente en todas las culturas. Siempre se ha considerado malo porque alberga una connotación negativa: la maledicencia.
El término maledicencia se relaciona con “la acción o hábito de hablar en perjuicio de otra persona”. Y señala a la envidia como una de las causas principales de esta actitud.
Las siguientes frases de sabiduría ancestral confirman que el acto de juzgar es arcaico y, al mismo tiempo, que la reflexión sobre sus motivaciones y consecuencias está presente en todas las tradiciones:
“Guarda tu lengua del mal y tus labios de decir mentiras; apártate del mal y haz el bien, busca la paz y anda tras ella.”
Torá, Tehilim 34,13-15
“El sabio refrena su lengua, sólo el necio dice cuanto sabe y la consecuencia es dolor y dificultades.”
Proverbios 9:14
Al hacernos esta pregunta, surge la paradoja del juicio: “Si digo que juzgar es malo, estoy haciendo un juicio”.
Lo cierto es que el acto de juzgar no es perjudicial o negativo en sí mismo. Lo importante es la intención con la que emitimos un juicio acerca de algo o de alguien.
El problema es que solemos juzgar de manera automática y no reflexionamos por qué lo hacemos. Y, aunque consideremos que no debemos hacerlo, es inevitable “pensar mal” o juzgar inconscientemente.
Nuestros juicios pueden ser una herramienta muy útil para indagar en nuestro interior, descubrir de dónde proceden y a qué se deben.
¿Qué vemos en el prójimo que nos desagrada? Si podemos reconocerlo en el otro, es porque también está en uno mismo.
¿Qué proyectamos de nosotros en él? La forma en que interpretamos lo que vemos es fruto de nuestros programas inconscientes.
Nuestros juicios nos aportan una valiosa información sobre nosotros mismos, no sobre los demás. Queda en nuestras manos hacerlos conscientes y modificar nuestra forma de pensar y actuar.
“Cuando comprendes que toda opinión es una visión cargada de historia personal, empezarás a comprender que todo juicio es una confesión.”
Nikola Tesla
Un ejemplo simple podría ser cuando un adolescente juzga a otro como “enano” por ser más bajo que él. ¿A qué se debe? Puede obedecer a un complejo de inferioridad o al deseo de pertenecer a cierto grupo.
A través de este juicio se puede indagar para identificar las necesidades de este adolescente. ¿Qué consigue juzgando al otro? ¿Qué carencia motiva su acción?
Así, podremos ajustar nuestras intervenciones y ayudarle a fortalecer sus habilidades sociales y emocionales. Del mismo modo, si observamos lo que decimos acerca de los demás, podremos descubrir aspectos propios de los que no éramos conscientes.
En ocasiones juzgamos por juzgar, sin reflexionar en la verdad -que es relativa-, en la bondad de nuestra acción o en la necesidad de nuestro juicio. En el siguiente diálogo, Sócrates nos recuerda la atención que debemos poner en nuestras palabras antes de pronunciarlas:
Un joven discípulo de Sócrates llega a casa de éste y le dice:
– Escucha, maestro, un amigo tuyo estuvo hablando de ti con malevolencia…
– ¡Espera! –lo interrumpe Sócrates- ¿Ya hiciste pasar por las tres rejas lo que vas a contarme?
– ¿Las tres rejas?
– Sí. La primera es la verdad. ¿Estás seguro de que lo que quieres decirme es absolutamente cierto?
– No. Lo oí comentar a unos vecinos.
– Al menos lo habrás hecho pasar por la segunda reja, que es la bondad. Eso que deseas decirme ¿es bueno para alguien?
– No, en realidad, no. Al contrario…
– ¡Ah, vaya! La última reja es la necesidad. ¿Es necesario hacerme saber eso que tanto te inquieta?
– A decir verdad, no.
– Entonces –dijo el sabio sonriendo- si no es verdadero, ni bueno, ni necesario, sepultémoslo en el olvido.
Lo que vivimos refleja diversos aspectos de nuestros juicios. Del mismo modo, toda opinión parte de una interpretación que nos habla de nuestra historia personal.
Tenemos dos opciones: ignorar o rechazar la experiencia o explorarla y aprovechar sus lecciones.
Antes de expresar una opinión no solicitada, podemos detenernos un momento y preguntarnos: ¿Es verdad? ¿Es beneficioso para alguien? ¿Hace falta decirlo?
Cuando dejamos de criticar la vida ajena y nos preocupamos más por la nuestra, podemos dedicarnos a mejorar y corregir nuestros defectos. Nos ahorramos, así, envidias, rencores y sufrimientos. Nos liberamos de los juicios.
La mente que no juzga es una mente libre de culpa, es una mente inocente. La de una persona que sabe que todo juicio tiene que ver con ella misma, no con los demás.
Si quieres seguir profundizando sobre este tema, puedes acceder a este material en nuestro canal de Spotify y de Youtube:
La integración de las polaridades nos permite experimentar otra realidad, que no está definida por nuestro posicionamiento y, por tanto, que está libre de juicios y de culpabilidad
En este video, David Corbera realiza un acompañamiento partiendo de un motivo de consulta relacionado con un conflicto con los padres que repercute en su vida actual.
Si quieres conocer más acerca del método de la Bioneuroemoción y cómo aplicarlo en tu vida para aumentar tu bienestar emocional, síguenos en nuestras redes sociales: YouTube, Instagram, Facebook, Twitter y Linkedin.
Comparte en los comentarios si te ha resultado interesante este artículo y compártelo a quien creas que le puede resultar útil esta información. ¡Gracias por tu interés!