¿Sabías que con lo que menos nos comunicamos es con palabras? Nuestra comunicación emocional refleja nuestro ser en su totalidad. Seamos o no conscientes de ello, los estados emocionales internos se manifiestan siempre, incluso cuando intentamos ocultarlos.
La comunicación profunda es clave para conocernos y relacionarnos con los demás de una manera genuina, efectiva y saludable. ¿Qué recursos de nuestra mente nos impiden vivir en coherencia interior?
Es imposible no comunicarse y nuestra principal forma de hacerlo no es con palabras. Los gestos y microexpresiones, las posturas y movimientos, los tonos de voz y formas de mirar, los silencios y el propio contexto, entre otros factores, complementan el mensaje verbal que estamos expresando.
Lo podemos observar en dos niños pequeños que, aunque aún no pueden hablar o lo hacen en idiomas diferentes, logran establecer contacto, comunicarse y jugar juntos.
A esto se le denomina lenguaje emocional.
“Las palabras nunca alcanzan cuando lo que hay que decir desborda el alma”
Ya en 1967, el psicólogo Albert Mehrabian demostró que solo el 7% de la comunicación corresponde a las palabras. En tanto, el 38% lo expresamos con la voz y el 55% restante con el cuerpo.
Son las emociones que transmitimos a través de estos recursos las que reflejan de manera veraz nuestro estado interno. Nuestro interlocutor capta de forma inconsciente todo ello en su conjunto y reacciona en consecuencia.
Aquí no es posible mentir. Todo el tiempo estamos comunicando, incluso con los silencios o saliendo de la escena.
Lo que teóricamente sería no comunicar, cobra algún significado. Por eso, es importante comprender que todo comportamiento es comunicación.
Entonces, si no podemos “no comunicar” y tampoco podemos controlar nuestro lenguaje no verbal, la solución para comunicarnos de manera honesta y transparente es ser conscientes de nuestro diálogo interno. Esto nos permitirá reconocer nuestro estado emocional, que se acabará mostrando cuando nos comunicamos.
Solemos plantear nuestras dificultades para comunicarnos como algo en sí mismo. Decimos, por ejemplo, “Soy una persona a la que le cuesta hablar en público” o “No me animo a escribirle porque me muero de la vergüenza”.
Sin embargo, lo que vemos como problemas de comunicación con el otro, en realidad son síntomas de nuestra falta de coherencia interior. Son el efecto de no desarmar lo que nos traba.
Cuando alguien, por ejemplo, da muchas vueltas para explicar algo, es probable que no lo tenga claro para sí mismo. A la inversa, una comunicación asertiva nace de una profunda claridad interior.
Por tanto, la clave para mejorar nuestra manera de comunicarnos es atender a nuestro estado interno, observando nuestro diálogo interno.
Nuestra forma de comunicarnos refleja el procesamiento interno que hemos cultivado, desde los pensamientos hasta la expresión corporal y verbal. Aunque parezca que hablamos con otros, la comunicación más auténtica siempre ocurre con nosotros mismos, ya que son nuestros pensamientos los que generan las emociones que guían nuestras palabras y acciones.
Cuando hay coherencia entre lo que pensamos, sentimos y hacemos, nuestra manera de ser y comunicarnos se alinea. Por eso, transformar nuestra comunicación emocional empieza por reconocer y cambiar esos pensamientos y sentimientos mediante una autoindagación.
Convertir la autoobservación en un hábito pondrá a la comunicación emocional profunda en el lugar de relevancia que debe tener.
“Quien eres habla tan alto que no puedo oír lo que dices”
Ralph Waldo Emerson
Cuando reconocemos que siempre estamos en diálogo con nosotros mismos, podemos utilizar los problemas de comunicación con otros para tomar conciencia y transformarnos
Además, al realizar los cambios en nosotros dejaremos de esperar que sea el otro el que cambie o de echarle la culpa de nuestro sufrimiento.
Cuando, por ejemplo, nos cuesta sostener una escucha atenta, podríamos preguntarnos qué hay detrás de nuestra necesidad de hablar antes, hablar siempre o hacerlo por encima de otros.
Sería más sencillo adjudicar al otro la responsabilidad de las dificultades en la comunicación:
“Esto no lo puedo hablar con mi jefe”, “Con mi hijo adolescente siempre termino a gritos”, “Mi pareja espera que adivine lo que le está pasando”.
Pero son solo atajos que usamos para no mirarnos en nuestro espejo interior y hacer ahí la tarea que resta hacer.
Buscar dentro nuestro las causas de palabras agresivas, expresiones prejuiciosas, incluso de nuestra curiosidad por los chismes, será la manera de sanar de raíz. Así, asumimos la responsabilidad de nuestro bienestar.
Realmente todos nos comunicamos a la perfección, entendiendo que la comunicación es la expresión de nuestro mundo interno. Nuestros conflictos comunicativos son un reflejo de nuestras creencias, heridas y complejos.
La comunicación emocional no es solo una herramienta para desarrollar vínculos equilibrados, respetuosos y coherentes. Es una oportunidad para identificar y superar nuestros propios conflictos, y seguir adelante en nuestro proceso de desarrollo.
El cambio interno solo es posible a través de un honesto diálogo interior que nos lleve a conocernos en profundidad y modificar en nosotros lo que deseamos sea de otro modo. Como consecuencia, mejorarán nuestras relaciones.
¿Cómo conseguir esa comunicación efectiva? Se trata de ir desgranando con amor y paciencia cada uno de los eslabones que nos impiden estar mejor en el mundo.
Estos eslabones son las semillas de una mayor autoestima y seguridad en uno mismo, de mejores relaciones y de un bienestar emocional que se reflejará en nuestro mundo interno y externo.
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La comunicación emocional nos puede impulsar a dejar de sentirnos culpables y/o víctimas, para vivir en coherencia. Implica conectar nuestros pensamientos con nuestras emociones más profundas.
En este vídeo, David Corbera comparte claves y recursos para mejorar la comunicación emocional en el aula. Ser auténticos cuando nos comunicamos es esencial para conectar de manera genuina con nuestros alumnos y poder ofrecerles la guía que necesitan.
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