El dolor es una parte inevitable de la vida, pero ¿el sufrimiento también? Este artículo desafía la manera de pensarlo, sugiriendo que es un acto egoísta.
Exploraremos cómo nuestra resistencia a aceptar lo que nos sucede alimenta lo que creemos sobre el sufrimiento. Un cambio de perspectiva puede abrirnos la puerta a una vida más consciente.
¿Por qué sufrimos y qué dice eso de nosotros?
El sufrimiento es un estado emocional y mental caracterizado por sentimientos de angustia, tristeza, desesperación o dolor.
A diferencia del dolor físico, el sufrimiento tiene una dimensión subjetiva y está relacionado con nuestra percepción y, en consecuencia, con nuestra actitud frente a las experiencias de la vida.
Es una respuesta interna que a menudo surge de la resistencia a aceptar la realidad tal como es, del apego a expectativas no cumplidas, o de la interpretación negativa de las circunstancias.
El ego, siempre ansioso por tener razón y respaldado por sus propias justificaciones, habitualmente se manifiesta de manera egoísta. Este egoísmo se expresa en la forma de culpa y victimismo, y en el deseo de que las cosas sean como deseamos.
Este comportamiento no surge de la nada, suele tener raíces profundas en diversos temores, como por ejemplo el miedo a la soledad.
En su afán por mantener el control, el ego nos hace ver el mundo a través de una lente distorsionada. Así, cualquier desvío de lo que queremos se convierte en una fuente de sufrimiento.
«El dolor es inevitable, pero el sufrimiento es opcional«, decía Buda. Esta frase resalta la diferencia entre el dolor, que es temporal y ordinario, y el sufrimiento, que puede volverse crónico. No obstante, lo podemos transformar voluntariamente.
El dolor es como los resabios de un golpe: duele, pero luego cesa. Al extrapolarlo a las experiencias dolorosas de la vida, podemos decir que cuando reconocemos el aprendizaje de lo que sucedió, el dolor se va diluyendo.
Admitir que algo nos duele es el primer paso para dejar de sufrir. Reconocer nuestro sufrimiento nos permite transformar ese dolor, abriendo así la puerta al cambio.
Generalmente, el sufrimiento se caracteriza por su persistencia, promovido por una parte de nosotros: el ego. Éste se nutre de ciertas creencias y puede llegar a dominar nuestra vida.
¿De qué se alimenta esa parte nuestra para sostener el sufrimiento?
Los tres alimentos del sufrimiento son:
Al pensar de esta manera olvidamos que somos la causa de nuestras experiencias y nos alejamos de una percepción desde la conciencia de unidad.
Si culpamos al destino, a la suerte o la casualidad, estamos creando una manera de vivir pasiva. Desperdiciamos la posibilidad de tomar conciencia y de responsabilizarnos de nuestro padecer.
El acto de autoindagación es clave para hacer ese cambio de percepción que nos permitirá transformar el sufrimiento. Por lo tanto, en cada situación, por más dolorosa que sea, existe una capacidad inherente a nosotros que nos da el poder de transformación.
«No hay razón para buscar el sufrimiento, pero si éste llega y trata de meterse en tu vida, no temas; míralo a la cara y con la frente bien levantada.»
Friedrich Nietzsche
Es importante entender que, cuando sufrimos, estamos atrapados en las historias que nos contamos, en nuestro ruido mental y en nuestra neurosis. Estas narrativas influyen en nuestras acciones y nos mantienen en un estado de no-cambio e inflexibilidad mental.
El puntapié inicial para hacer algo diferente es reconocer que no podemos seguir escudándonos en justificaciones y excusas.
El sufrimiento no depende de lo que sucede afuera, sino de cómo interpretamos y reaccionamos ante esas situaciones. Al cambiar nuestra perspectiva, podemos convertirlo en una oportunidad para conocernos mejor y tomar decisiones sin expectativas.
En la escuela de las relaciones interpersonales encontramos tanto sufrimientos como libertades. En toda relación existen dos polaridades: la atracción y el rechazo.
La clave está en reconocer que el hecho de relacionarnos nos da la posibilidad de ampliar nuestra consciencia.
En estos vínculos podemos ver reflejados nuestros miedos e inseguridades. Si proyectamos la causa de nuestros problemas en los demás, nos negamos la oportunidad de transformarlos, cayendo en la tentación de sacrificarnos por el otro.
Este sacrificio, a su vez, se convierte en resentimiento y el resentimiento en sufrimiento.
Frases como «después de todo lo que he hecho por ti» reflejan esta dinámica. No comprendemos que, en realidad, no se trata del otro sino de nuestras expectativas.
Nuestra forma de actuar frente a una situación dolorosa que no podemos cambiar es determinante.
Como dijo Viktor Frankl: «Cuando ya no somos capaces de cambiar una situación, nos encontramos ante el desafío de cambiarnos a nosotros mismos«.
Podemos vivir algo desagradable y doloroso, pero la actitud con la que lo enfrentamos define muchas cosas. Es desde una actitud responsable donde podemos hacer algo.
Cuando comprendemos que el sufrimiento surge de nuestro interior, dejamos de proyectarlo hacia el exterior y de culpar a los demás. Este cambio de perspectiva es radical y nos permite ver el mundo de otra manera.
Nuestras experiencias son reflejo de nosotros mismos. En nuestro interior se generan las causas de cómo percibimos lo que experimentamos, mientras que sus efectos se manifiestan en el exterior.
Cada situación que nos genera sufrimiento tiene un vínculo directo con nuestra propia persona. Para liberarnos de nuestra pena, es crucial aceptar que nuestras relaciones y experiencias hablan más de nosotros que de los demás.
Este cambio de percepción es un acto de amor y aceptación, marcando el comienzo hacia la libertad emocional.
Al tomar decisiones diferentes, transformamos el egoísmo en una fuente de paz interior.
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En este podcast Enric Corbera explica cuál es la actitud mental que debemos tomar ante las dificultades para transformar el sufrimiento en cambio y qué factores nos impiden hacerlo.
En este video Enric Corbera describe las principales resistencias que podemos experimentar ante el cambio. Nos ofrece pautas y recursos destinados a superarlas para potenciar nuestra coherencia y libertad emocional.
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