Cuidar de la Tierra es una responsabilidad compartida que recae en cada uno de nosotros. Nuestro hogar, este planeta, alberga una diversidad asombrosa de vida y ecosistemas interconectados.
Al reflexionar sobre cómo cuidamos de él podemos comprender que el cuidado del planeta implica, en primer lugar, cuidar de nosotros mismos. Después de todo, ¿acaso nuestro hogar no es el mundo entero y vemos al mundo según cómo nos vemos a nosotros mismos?
Cada acto que realizamos tiene repercusiones en nuestro entorno. Es momento de reconocer que la protección de la tierra refleja nuestra conciencia como sociedad y, sobre todo, la que cada uno tenemos de nosotros mismos.
La ecología es la ciencia que estudia cómo es la relación entre las partes de un sistema. Éste será más ecológico cuanto más beneficioso sea el resultado de esta interacción, tanto para cada una de las partes que componen dicho sistema, como para el total.
En tal sentido, la ecología no solo es un concepto relacionado con la naturaleza, sino que es aplicable a cualquier otro sistema, ya sea familiar, laboral o incluso personal.
Por ejemplo, cuando en un sistema familiar alguno de sus componentes cambia, lo hace todo el conjunto. Si un hijo decide dejar el hogar para hacer su propio camino, afecta a toda la familia.
El nivel de equilibrio y colaboración del sistema depende del tipo y la calidad de las relaciones que se establecen entre las partes. Ahora bien, la capacidad de dichas partes para cuidar y cuidarse, y establecer relaciones de calidad, es un reflejo de su propio equilibrio interno.
Si dentro del sistema familiar los padres deciden separarse porque contínuamente tienen conflictos, la armonía de ese sistema es alterada y debe reformularse para establecer un nuevo orden y, en consecuencia, un nuevo tipo de equilibrio.
Por lo tanto, cuando un sistema funciona de manera poco ecológica debemos atender a las partes que lo componen y preguntarnos qué está sucediendo dentro de ellas. Esta indagación debe llegar hasta la autoindagación, donde nos preguntemos qué está sucediendo en nuestro interior para que se refleje algún tipo de desequilibrio en el exterior.
«Para conservar el equilibrio, debemos mantener unido lo interior y lo exterior, lo visible y lo invisible, lo conocido y lo desconocido, lo temporal y lo eterno, lo antiguo y lo nuevo.»
John O’Donohue
Uno de los desequilibrios ecológicos más evidentes y preocupantes que podemos percibir en nuestra sociedad es, sin duda, la desconexión de las personas con su entorno natural.
Los seres humanos somos la especie que más incidimos en la contaminación global. También somos los que tenemos el poder de dominar los recursos del mundo a nuestro antojo.
En ocasiones, olvidamos que la naturaleza misma es una red de interconexiones que funciona perfectamente, y que cada una de nuestras acciones, pensamientos y sentimientos tiene un impacto directo en nuestro entorno y, por ende, en el medio ambiente.
Cada elección que realizamos, desde el consumo diario hasta nuestras relaciones interpersonales, influye en el equilibrio de la naturaleza que nos rodea.
La biodiversidad y la variabilidad de especies son fundamentales para mantener el orden natural. Pero el consumo desmedido de recursos por parte de los seres humanos afecta directamente al ecosistema. Si no sabemos cuidar de los recursos que nos provee la tierra, ésta terminará buscando, de alguna manera, un reequilibrio.
Uno de los casos más recientes de este reequilibrio es el de la pandemia del coronavirus, que produjo una disminución forzosa de la actividad humana en el planeta.
¿Acaso en las ciudades no hubo menos polución? ¿Las aguas de Venecia no se purgaron? Inclusive en muchas partes los animales fueron ganando terreno por la ausencia de humanos en las calles. Es por eso que, como aprendizaje de este confinamiento, podríamos cuestionar nuestro modo de comportarnos con los recursos.
Entonces, tomar conciencia de nuestras acciones y creencias sobre cómo utilizamos y cuidamos lo que la tierra nos brinda, resulta esencial para lograr una armonía duradera entre cada persona y la naturaleza.
En este sentido, si bien preservar el medio ambiente es una tarea colectiva, se basa en cada pequeño o gran acto individual. Estos son los garantes de un futuro más próspero y sostenible para las generaciones venideras.
«Convertid un árbol en leña y arderá para vosotros, pero no producirá flores ni frutos para vuestros hijos.»
Rabindranath Tagore
Cuando comprendemos que el otro podríamos ser cada uno de nosotros, desechando dogmatismos sociales y posicionamientos desde el ego, podemos pensar de otra manera. Y ésto se verá reflejado en nuestro comportamiento, tanto interpersonal y social, como intrapersonal.
Volviendo al ejemplo de la pandemia, ésta dejó en claro la importancia de cada eslabón dentro del sistema de trabajo entre los seres humanos. Nos hemos dado cuenta de la importancia de trabajos menos apreciados socialmente, como repositores de supermercados, transportadores de alimentos o recolectores de basura.
Comprender que nos relacionamos desde una conciencia de unidad, donde todo está interconectado y somos interdependientes los unos con los otros, es entender que no podemos ignorar que somos responsables de lo que sucede en el planeta.
Por eso, lo contrario de la conciencia global es la conciencia dual, que se basa en la creencia de separación. Desde esta perspectiva, creemos que lo que pensamos o hacemos no afecta a lo que nos rodea (circunstancias, personas y entorno).
Al creer que no somos la causa, sino el efecto, proyectamos el problema es decir, ubicamos la causa fuera de nosotros, independiente de nuestra propia responsabilidad.
Es momento de tomar conciencia y comprender que es erróneo creer que todo nos pertenece indiscriminadamente y que no hay consecuencias para nuestras acciones. El daño al ecosistema del mundo en el que vivimos es un reflejo de cómo nos comportamos cada uno de nosotros dentro de la sociedad.
Es más, nuestra conducta social refleja la relación que tenemos con nosotros mismos. Si, por ejemplo, soy capaz de tirar la basura en la calle ¿cómo es el ambiente en el que creo que merezco vivir? ¿Qué le estoy queriendo decir a las otras personas?
En lugar de culpar a los demás, debemos hacernos responsables de lo que estamos aportando para que el mundo sea un lugar mejor. Esto nos invita a cuestionar qué es lo que hacemos nosotros para mantener el equilibrio del ecosistema.
Generalmente exigimos nuestros derechos, pero ¿hacemos la tarea de aportar nuestro granito de arena para el equilibrio ecológico de los diversos sistemas de los que hacemos parte?
Por ejemplo, ¿tomamos la iniciativa de colaborar con la inclusión de las personas con discapacidad, de los migrantes o de otras minorías desfavorecidas? ¿Cuántas de sus necesidades reflejan las mías que no estoy atendiendo?
Entender que somos una parte de un todo y que nuestras pequeñas o grandes acciones contribuyen al cuidado y al bienestar del planeta es fundamental para comenzar el cambio. Y este inicia en nuestra mente.
Cada acción suma, pues refleja la ecología, el equilibrio que desarrollamos en nuestro interior. Si cada uno de nosotros aplicamos la conciencia de unidad y actuamos en consecuencia, transmitiremos a los demás la importancia de mantener la limpieza y el cuidado del entorno.
Por lo tanto, la ecología se origina en cada ser humano ¿Cómo podemos esperar paz en el planeta si no la encontramos en nosotros mismos?
Dejando de proyectar la culpa y enfocarnos en qué podemos aportar para mejorar nuestra sociedad, es el comienzo del cambio.
La ecología y la conciencia emocional van de la mano. Cuidar nuestra Tierra es cuidarnos a nosotros mismos, por eso, tomemos conciencia de nuestras acciones y cómo afectan al mundo que nos rodea.
Y si trabajamos en conjunto para preservar su armonía y prosperidad, podemos proteger nuestro hogar y nuestro planeta luego de dar el primer paso que es atender nuestra ecología interior.
Entonces, la coherencia emocional es esencial para lograr el equilibrio en nuestro ecosistema. De esta manera, estaremos impulsando una mayor calidad de vida para cada ser en nuestro ecosistema mundial.
Al cuidar cada gesto hacia el medio ambiente reflejamos un acto de amor y respeto hacia nosotros mismos y las generaciones futuras. Tomar conciencia de esta interconexión nos lleva a comprender que nuestras elecciones individuales tienen un impacto significativo en la salud del ecosistema global.
Al unir nuestra conciencia interior con nuestro compromiso exterior, construimos un puente sólido hacia un futuro sostenible y armonioso.
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En este podcast Enric Corbera ofrece una guía para realizar un proceso interno de autoindagación. Se centra en qué significa tomar conciencia y las implicaciones de la toma de decisiones.
En este video David Corbera explica de qué forma se asocia la conciencia de unidad con el “locus de control interno” y de qué forma cambiar nuestra perspectiva de lo que nos sucede nos ayuda a cuidar y tomar la responsabilidad de nuestra vida.
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