¿Tus palabras reflejan lo que realmente sientes o piensas? Hablar es algo que hacemos a diario, pero ¿cuántas veces nuestra comunicación logra conectar con los demás o transmitir lo que sentimos?
La diferencia entre hablar y comunicar puede ser más profunda de lo que imaginas.
¿Qué sucede cuando lo que dices no coincide con tus gestos o tu tono de voz? En el fondo, todo lo que hacemos envía un mensaje, incluso cuando no hablamos. Comprender esta sutil, pero poderosa distinción puede transformar la manera en que te relacionas con el mundo.
Emitir palabras es un hábito cotidiano, pero ¿qué mensajes estás enviando sin darte cuenta a través de tus silencios o gestos?
Más allá de lo que decimos, comunicarnos implica conectar con el otro, integrar emociones y lograr que nuestras intenciones sean percibidas con claridad.
Esta situación puede generar sentimientos de frustración y malentendidos, afectando a la calidad de nuestros vínculos en diferentes áreas de la vida, como pueden ser la pareja, los amigos, la familia o las relaciones laborales.
El proceso comunicativo se compone de lenguaje verbal y no verbal. Entendemos por verbal a la interacción escrita u oral.
El lenguaje no verbal hace referencia a la intensidad de la voz, el volumen, el ritmo, la postura y los gestos. Hay múltiples estudios que indican que la mayor parte del significado de la comunicación reside en el lenguaje no verbal.
Tal vez el más destacado sea el de Albert Mehrabian, profesor emérito en Psicología de la Universidad de UCLA, quien demostró que el 55 % del impacto en la comunicación cara a cara, es determinado por el lenguaje corporal.
Por eso es fundamental comprender que todo comportamiento transmite algo, incluso el hecho de callar.
«La función primordial que desempeñan tanto el lenguaje en sí, como el uso que hacemos de las palabras, afecta nuestra capacidad de ser compasivos.»
La comunicación con uno mismo es fundamental porque, si no sabemos escucharnos, menos podremos expresar a los demás nuestros deseos, necesidades u opiniones.
Para esto podemos desarrollar el hábito de observar nuestros pensamientos con una mente inocente y reconocer lo que nos gusta, como también lo que rechazamos.
Ante una misma experiencia existen muchas formas de responder y un modo de reconocer el impacto del diálogo interno es observar cómo nuestro comportamiento se ve afectado por la forma en la que nos hablamos. Es decir, lo que nos decimos con respecto a lo que nos sucede y notar si eso que pensamos nos impulsa o nos detiene.
¿Tu diálogo interno te impulsa a crecer o limita tu capacidad de comunicarte con claridad?
Sabemos que para escuchar a los demás se requiere de atención, pero para aprender a escucharnos, se necesita algo fundamental, ser completamente honestos y una dosis de compasión. Para atrevernos a aceptar la realidad sin que esto nos desaliente y valoremos nuestras experiencias, evitemos juzgarlas como buenas o malas.
Un claro ejemplo de observación del diálogo interno como proceso de autoindagación, son las experiencias de Neale Donald Walsch, autor del libro Conversaciones con Dios.
Al principio del libro relata su proceso personal, diciendo que empezó a escribir en un momento de su vida en el que “se sentía profundamente infeliz, personal, profesional y emocionalmente”.
Él sentía que su vida era un fracaso en todos los niveles y desde su posición de víctima comenzó a redactar sus quejas directamente a “la fuente”, es decir, lo que comúnmente conocemos como “Dios”. Escribió “una carta rencorosa, apasionada, llena de confusiones, deformaciones y condenas. Y un montón de enojosas preguntas”.
Este diálogo de Walsch eran preguntas sobre sus inquietudes que, para su sorpresa, eran respondidas por una voz interna. Esas respuestas fueron atribuidas por el autor a una conciencia amorosa e inteligencia superior.
Esa sabiduría habita en nuestro interior y es parte de nuestra vida, aunque esta noción dista mucho de las creencias del hemisferio occidental.
En su momento, este planteamiento generó controversia y prejuicios. Sin embargo, Neale D. Walsch encontró en esa experiencia una nueva forma de relacionarse con él mismo y con Dios. Una que lo alentaba a perdonarse a sí mismo y a dejar de vivir en el temor o la culpa, otorgando un mayor sentido a su vida y paz a sus experiencias.
«Ciertas formas de comunicación, como los juicios moralistas, nos alejan de nuestro estado natural de compasión o solidaridad.»
Marshall B. Rosenberg
Todos podemos hablar, es decir, compartir información sin un presunto fin. Pero en el proceso de comunicación es esencial reconocer desde qué lugar nos comunicamos y con qué emoción e intención lo hacemos. De esta forma generamos coherencia entre lo que decimos, sentimos y hacemos.
Para Walsch, parte de la conexión se basa en la expresión de los sentimientos, ya que actúan como mensajeros del corazón: “es el lenguaje del alma”. Y que, si quieres saber hasta qué punto algo es cierto para ti, solo debes prestar atención a cómo te sientes al respecto.
«En tus más profundos sentimientos se oculta tu más alta verdad»
Neale Donald Walsch
A veces las palabras resultan el medio de transmisión menos eficaz. Esto sucede porque los mensajes que recibimos pasan por el filtro de la percepción, de las experiencias y/o cultura en que nacimos.
Otorgamos a lo que escuchamos o vemos, nuestras propias interpretaciones.
Y la verdad es que entre todas esas variantes, fácilmente caemos en malos entendidos. Por eso, el autor de Conversaciones con Dios nos sugiere guiarnos más por nuestra intuición, que aprendamos a escuchar nuestros estados emocionales.
Sustituyamos la palabra hablar por comunicar, de tal manera que dejemos las palabras en el ámbito de los símbolos.
Es seguro que en algún momento de nuestras vidas, hayamos experimentado el no entender a otro, o el que no nos comprendan. Este conflicto se agrava por la falta de empatía y las diferencias educativas que recibimos.
Tendemos a omitir o distorsionar la información en nuestra expresión verbal, sobre todo cuando queremos hablar de una situación que nos resulta estresante. Esto lo hacemos como una forma de defensa y, muchas veces, de forma inconsciente.
Como resultado, no nos mostramos auténticos y nuestro lenguaje no verbal muestra la incoherencia en la que vivimos.
No se nos enseña a escuchar y escucharnos realmente y tampoco a comprender nuestros estados emocionales. Conocernos en profundidad y comprender el origen de nuestras experiencias emocionales y conflictos nos permitirá comunicarnos eficazmente para gestionarlos con mayor empoderamiento y responsabilidad.
Comunicar no es solo hablar; es un acto de conexión profunda con nosotros mismos y con los demás. La verdadera comunicación empieza en el corazón: escucha, comprende y expresa desde ahí.
Nos permite ser más auténticos, más empáticos y más eficaces. En definitiva, nos sentiremos mejor a todos los niveles.
Si quieres seguir profundizando sobre este tema, puedes acceder a este material en nuestro canal de Spotify y de YouTube:
El lenguaje no verbal expresa aquello que realmente sentimos, es lo primero que los demás verán de nosotros. Si prestamos atención a lo que realizamos mientras nos comunicamos, tendremos una mayor capacidad de autoindagación.
En este video, David Corbera explica que para estar en sintonía con la vida es necesario aprender a escucharnos y cooperar con cualquier circunstancia que vivamos para poder usarla en favor de nuestro aprendizaje.
Si quieres conocer más acerca del método de la Bioneuroemoción y cómo aplicarlo en tu vida para aumentar tu bienestar emocional, síguenos en nuestras redes sociales: YouTube, Instagram, Facebook, Twitter y LinkedIn.
Comparte en los comentarios si te ha resultado interesante este artículo y compártelo con quien creas que le puede resultar útil esta información. ¡Gracias por tu interés!