¿Sabías que con lo que menos nos comunicamos es con las palabras? El lenguaje y la comunicación emocional refleja nuestro ser en su totalidad. Seamos o no conscientes de ello, los estados emocionales internos se manifiestan siempre, incluso cuando intentamos ocultarlos o disimularlos.
En este artículo revisaremos algunos recursos que tiene nuestra mente que nos impiden vivir en coherencia interior y veremos cómo la comunicación profunda es clave para conocernos y relacionarnos con los demás de una manera genuina, efectiva y saludable.
Asimismo, abordaremos algunos elementos para mejorar nuestro diálogo interior y lograr la transformación que buscamos.
La comunicación emocional profunda nos puede impulsar a dejar de sentirnos culpables y/o víctimas, para vivir en coherencia, lo que implica conectar nuestros pensamientos con nuestras emociones más profundas.
En este vídeo, David Corbera comparte claves y recursos para mejorar nuestra comunicación emocional en el aula. Ser coherentes y auténticos cuando nos comunicamos es esencial para conectar de manera genuina con nuestros alumnos. Solo así podremos ofrecerles el apoyo y la guía que necesitan.
Es imposible no comunicarse y nuestra principal forma de hacerlo no es con palabras. Los gestos y microexpresiones, las posturas y movimientos, los tonos de voz y formas de mirar, los silencios y el propio contexto, entre otros factores, complementan el mensaje verbal que estamos expresando.
Lo podemos observar en dos niños pequeños que, aunque aún no pueden hablar o lo hacen en idiomas diferentes, logran establecer contacto, comunicarse y jugar juntos. A esto se le denomina lenguaje emocional.
Ya lo dijo el psicólogo Albert Mehrabian en 1967 cuando sus investigaciones mostraron que sólo el 7% de la comunicación corresponde a las palabras, en tanto el 38% lo expresamos con la voz y el 55% restante con el cuerpo¹.
“Las palabras nunca alcanzan cuando lo que hay que decir desborda el alma”
Son las emociones que transmitimos a través de estos recursos las que reflejan de manera veraz nuestro estado interno. Nuestro interlocutor capta de forma inconsciente todo ello en su conjunto y reacciona en consecuencia. Aquí no es posible mentir y todo el tiempo estamos comunicando, incluso con los silencios o saliendo de la escena.
El hecho de estar en silencio o de callar, lo que teóricamente sería no comunicar, cobra algún significado para la persona que está en interacción. Ya lo dice el acervo popular: “Un silencio puede decir más que mil palabras. Por eso, es importante comprender que todo comportamiento es comunicación.
“El silencio puede tener tantas tonalidades como el discurso”
Entonces, si no podemos “no comunicar” y tampoco podemos controlar todo el lenguaje no verbal que estamos emitiendo, la solución eficaz para poder comunicarnos de una forma honesta y transparente es ser conscientes de nuestro diálogo interno. Eso es lo que nos permitirá conocer nuestro estado emocional y es lo que se acabará mostrando en el momento en que estamos hablando.
Solemos plantear nuestras dificultades para comunicarnos como algo en sí mismo. Decimos, por ejemplo, “Soy una persona a la que le cuesta hablar en público” o “No me animo a escribirle porque me muero de la vergüenza”.
Sin embargo, lo que vemos como problemas de comunicación con el otro, en realidad son síntomas de nuestra falta de coherencia interior, son el efecto de no desarmar lo que nos traba para resolverlo.
La manera en que nos expresamos es la consecuencia de la calidad de diálogo que tenemos con nosotros mismos.
Lo podemos observar también cuando alguien, por ejemplo, no logra explicar con claridad algo y da muchas vueltas. Esto se debe a que no lo tiene claro en su interior. No sabe bien qué piensa o siente al respecto. A la inversa, la asertividad en la comunicación nace de una profunda claridad interior.
“Ser pasivo es dejar que otros decidan por ti. Ser agresivo es decidir por los demás. Ser asertivo es decidir por ti mismo.”
Solamente siendo conscientes de cómo nos expresamos, sabremos cuál es el mensaje que realmente estamos comunicando. Por tanto, la clave fundamental para mejorar nuestra manera de comunicarnos, es atender a nuestro estado interno. Y podemos comenzar a conocernos en profundidad a través de un sencillo hábito: observar nuestro diálogo interno.
Todo lo que rodea nuestra forma de expresarnos es fruto de un tipo de procesamiento interno que hemos ido alimentando y que finalmente ha dado lugar a la expresividad corporal, incluida la verbal. Ser capaz de utilizar las palabras de una forma adecuada dentro del propio diálogo interno se reflejará en la manera de comunicarnos con los demás.
Esto se debe a que, si bien, desde una mente dual percibimos que nos comunicamos con un otro, la auténtica comunicación siempre y solamente es con nosotros mismos. En tal sentido, la cualidad de nuestros pensamientos generará las emociones que guiarán nuestra conducta. Es allí donde hay que mirar.
Esta coherencia -o falta de ella- entre lo que pensamos, sentimos y hacemos es la fuente de nuestra forma de ser y estar en el mundo y, por lo tanto, de nuestra manera de comunicarnos. Es por eso que es necesario reconocer y cambiar nuestros pensamientos y sentimientos a través de una profunda y continua autoindagación.
“Quien eres habla tan alto que no puedo oír lo que dices”
Ralph Waldo Emerson
Prestar atención y agudizar nuestros sentidos sobre la conversación que tenemos con nosotros mismos es el camino. Convertir la autoobservación en un hábito pondrá a la comunicación emocional profunda en el lugar de relevancia que debe tener.
Cuando reconocemos que siempre estamos en diálogo con nosotros mismos, incluso cuando nos relacionamos con otras personas, podemos utilizar los problemas en esta interrelación para tomar conciencia y conocernos.
Lo que creemos que no está bien podemos usarlo a nuestro favor para conocernos y transformarnos. Además, al realizar los cambios en nosotros dejaremos de esperar que sea el otro el que cambie o de echarle la culpa de nuestro sufrimiento.
Cuando, por ejemplo, reconocemos que nos cuesta escuchar, cabría preguntarse qué hay detrás de nuestra necesidad de hablar antes, hablar siempre o hacerlo por encima de otros y con ello, no lograr sostener una escucha atenta.
“La empatía reside en la habilidad de estar presente sin opinión”
En la misma línea, sería más sencillo adjudicar al otro la responsabilidad de las dificultades en la comunicación. “Esto no lo puedo hablar con mi jefe”, “con mi hijo adolescente siempre termino a gritos”, “mi pareja espera que adivine lo que le está pasando” son solo ejemplos de los atajos a los que solemos recurrir para no mirarnos en nuestro espejo interior y hacer ahí la tarea que resta hacer.
Buscar dentro nuestro las causas de palabras agresivas, expresiones prejuiciosas, incluso de nuestra curiosidad por el cotilleo y los chismes, entre otras tantas conversaciones que no son constructivas, será la manera de sanar de raíz y mejorar nuestro bienestar interno y externo.
Las creencias del tipo “mi problema es que no sé comunicarme correctamente” suelen ser justificaciones para ocultar un conflicto mucho más profundo.
Realmente todos nos comunicamos a la perfección, entendiendo que la comunicación es la expresión de nuestro mundo interno hacia los demás y/o con nosotros mismos. Nuestros conflictos comunicativos son un reflejo preciso de nuestras creencias, heridas y complejos.
La comunicación emocional no supone tan solo una herramienta para establecer vínculos equilibrados, respetuosos y coherentes con los demás, sino que implica una oportunidad de identificar y superar nuestros propios conflictos y seguir adelante en nuestro proceso de desarrollo.
Por eso, el cambio interno sólo es posible a través de un honesto diálogo interior que nos lleve a conocernos en profundidad, modificar en nosotros lo que deseamos sea de otro modo y, como consecuencia, mejorar nuestras relaciones. Todos tenemos el poder de hacerlo, solo hay que ponerse en la tarea.
¿Cómo conseguir esa comunicación efectiva? Se trata de ir desgranando con amor y paciencia cada uno de los eslabones que nos impiden transformarnos y estar mejor en el mundo.
Estos eslabones son las semillas de una mayor autoestima y seguridad en uno mismo, de mejores relaciones y de un bienestar emocional que se reflejará en nuestro mundo interno y externo.
¹ «Inferencia de actitudes a partir de la comunicación no verbal en dos canales», Mehrabian, Albert; Ferris, Susan R. (1967).Revista de psicología consultora 31 (3): 248-252.
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