¿Qué historia personal hay detrás de nuestra falta de confianza?
Atravesar la incertidumbre es uno de los mayores desafíos que enfrentamos. Nos aferramos al control como si fuera un salvavidas, temiendo lo que pueda ocurrir si soltamos.
En este artículo, exploraremos cómo la necesidad de control alimenta nuestros miedos y cómo la confianza no solo trata de aceptar lo que viene, sino de comprender qué dinámicas inconscientes nos llevan a temer lo desconocido.
La confianza en lo desconocido puede parecer un desafío imposible. Nuestro instinto nos lleva a buscar seguridad en lo familiar, aunque esa seguridad muchas veces sea solo una ilusión. Nos aferramos a lo que conocemos porque creemos que ahí encontraremos estabilidad, pero rara vez nos detenemos a cuestionar de dónde viene ese impulso.
Desde un punto de vista biológico, el miedo a la incertidumbre no es una emoción, sino una respuesta adaptativa. Es un mecanismo de supervivencia que nos permitió, durante siglos, anticipar peligros y actuar con rapidez para preservar la vida.
Sin embargo, en la actualidad, ese mismo impulso puede convertirse en una trampa si está alimentado por experiencias o creencias aprendidas que nos limitan más de lo que nos protegen.
Por ejemplo, si durante la infancia experimentamos un vínculo de apego inseguro —como una madre emocionalmente ausente o impredecible— podemos asociar la incertidumbre con abandono o desprotección. Esto nos lleva, en la vida adulta, a rechazar cualquier situación que implique no tener el control. Así, lo incierto deja de ser una posibilidad abierta y se convierte en una amenaza.
No por nada existe el dicho «a seguro se lo llevaron preso», que proviene del castillo de Segura de la Sierra, en Jaén, España, un antiguo recinto utilizado como prisión. Originalmente, la frase era «a (la cárcel de) Segura se lo llevaron preso», pero con el tiempo se transformó en el dicho actual.
Nos recuerda que, por más certezas que busquemos, el futuro siempre escapa a nuestro control.
La incertidumbre nos confronta con nuestra vulnerabilidad, con la posibilidad de perder lo que tenemos o con el riesgo de que las cosas no salgan como esperamos. Sin embargo, la vida no es un caos que debamos controlar, sino un flujo que podemos aprender a navegar con confianza.
Pero antes de confiar, es esencial entender qué patrones emocionales o familiares nos impiden hacerlo.
Nuestra mente tiende a etiquetar los acontecimientos como buenos o malos en función de nuestras experiencias y creencias. Pero, ¿qué pasaría si dejáramos de intentar encasillar lo que ocurre y simplemente confiamos en el proceso?
A veces, lo que parece un fracaso termina siendo una bendición y lo que vemos como un golpe de suerte puede convertirse en un desafío. El problema no es la incertidumbre, sino la resistencia a fluir con ella.
¿De dónde viene esa resistencia? ¿Qué creencias hemos heredado para percibir la incertidumbre como un peligro en lugar de una oportunidad?
Existe una antigua fábula que ilustra el arte de la confianza en la vida.
Un campesino tenía un caballo, pero un día el animal se escapó. Sus vecinos le dijeron que era una desgracia, pero él respondió: «¿Quién sabe si es una desgracia o una bendición?».
Días después, el caballo regresó con una manada de caballos salvajes. Los vecinos lo felicitaron por su suerte, pero él respondió lo mismo: «¿Quién sabe?».
Más adelante, su hijo intentó domar a uno de los caballos salvajes y se rompió una pierna. De nuevo, los vecinos lo lamentaron, pero el campesino respondió con la misma serenidad: «¿Quién sabe?».
Poco después, el ejército pasó por el pueblo reclutando jóvenes para la guerra, pero no llevaron al hijo del campesino porque tenía la pierna rota. Los vecinos exclamaron: «¡Qué suerte!», y él, de nuevo, respondió: «¿Quién sabe?».
Esta historia nos muestra que el miedo a lo desconocido surge de nuestra necesidad de manejar y definir las experiencias como positivas o negativas. Sin embargo, cada situación es parte de un proceso mayor que no siempre podemos ver en el momento.
Desde una mirada más amplia, podemos preguntarnos: ¿Hemos aprendido de nuestros padres a temer lo incierto? ¿Nuestra familia percibía el cambio como una amenaza? Si crecimos en un entorno donde lo desconocido generaba inseguridad, es probable que hoy sigamos reproduciendo ese miedo inconscientemente.
«No se puede nadar hacia nuevos horizontes hasta que se tenga el coraje de perder de vista la orilla.»
William Faulkner
Cuando sentimos que la incertidumbre nos paraliza, no basta con decir «voy a confiar en la vida». Es necesario observar qué emociones están en juego y de dónde provienen. De este modo, podremos desarmar de raíz esa pulsión que nos paraliza y nutrir esa visión optimista con esperanza genuina.
Por ejemplo, el miedo a iniciar una relación amorosa. Algunas personas evitan involucrarse emocionalmente porque temen ser abandonadas o traicionadas. Siempre dicen cosas como: «no quiero depender de nadie» o «mejor estar sola que sufrir».
Si profundizan en su historia, pueden descubrir que en su sistema familiar hubo historias de abandono o traición en el amor. Quizás una abuela fue abandonada, una madre sufrió una relación dolorosa o se repite el miedo a confiar en el otro.
Siguiendo el ejemplo podemos preguntarnos: ¿Estoy proyectando el miedo de mi historia familiar en mis relaciones actuales? ¿Es mi temor al abandono realmente mío o es algo que aprendí? ¿Cómo puedo cambiar mi percepción y permitirme vivir una nueva experiencia?
Cuando reconocemos estos patrones, podemos tomar decisiones sin estar condicionados por un miedo heredado y abrirnos a una relación desde un lugar más consciente.
Desde la conciencia de unidad, el miedo nos separa, mientras que la confianza nos une. No se trata de evitar la incertidumbre, sino de aprender a preguntarnos qué información hay detrás de nuestro temor para comprenderlo y transformarlo
La verdadera confianza no se basa en «dejarse llevar» sin más, sino en liberarnos de las creencias limitantes que nos impiden movernos con la vida.
El miedo a lo desconocido no surge en el presente, sino que es la manifestación de un patrón emocional que hemos heredado y repetimos sin darnos cuenta.
Cuando comprendemos cuáles son los condicionantes que nos impiden confiar en nosotros mismos,, tendremos ante nosotros la oportunidad de elegir.
Al tener confianza desde esta nueva perspectiva, la incertidumbre deja de ser una amenaza y se convierte en un espejo que nos muestra lo que necesitamos aprender para seguir creciendo
Como el campesino de la historia, podemos elegir confiar en que cada experiencia tiene un propósito mayor, aunque hoy no podamos verlo con claridad.
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En este pódcast se explica la importancia de soltar el control para cultivar una actitud abierta y curiosa hacia el mundo y aprender a manejar el miedo que puede surgir ante la necesidad de dar un «salto al vacío».
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