Hay un dato cuanto menos llamativo con relación a los factores físicos que generan el orgasmo en hombres y en mujeres: Las terminaciones nerviosas del clítoris doblan en número a las del glande masculino. ¿Por qué, entonces, la incidencia de insatisfacción sexual y anorgasmia es mayor en las mujeres?
Se considera anorgasmia a la incapacidad o gran dificultad para alcanzar el clímax en una relación sexual. ¿Cuáles son los factores emocionales detrás de esta dificultad y cómo podrían convertirse en un camino de autosuperación?
Según estudios del sexólogo Francisco Cabello, del IASP –Instituto Andaluz de Sexología-, las cifras de anorgasmia en mujeres se sitúan entre un 20 y un 50%. En tanto, las de los hombres ni se consideran, pues aun pudiendo darse es poco frecuente y su causa suelen ser otras disfunciones, como la impotencia.
La anorgasmia puede ser primaria (mujeres que nunca han experimentado un orgasmo), secundaria (han habido experiencias orgásmicas en períodos anteriores, pero han dejado de producirse) y situacional (personas capaces de tener un orgasmo, pero únicamente en circunstancias muy concretas).
Con independencia de esta diferenciación, como en la inmensa mayoría de las llamadas disfunciones sexuales, el factor emocional es determinante, tanto en la causa como en el abordaje.
“Acepta y reconcíliate con tu cuerpo. Esto te permitirá disfrutar de una sexualidad mucho más sana y placentera.”
Irene Bedmar Martín
La anorgasmia es una experiencia compartida por muchas mujeres y la comprensión de su origen, en el marco de la psicología clínica, incluye una combinación de factores psicológicos.
Uno de ellos es la ansiedad vinculada a expectativas concretas sobre el orgasmo. También, los sentimientos de culpa, arraigados en una educación que restringe y condena la expresión sexual y en creencias marcadamente represivas en el ámbito de la sexualidad, tienen un impacto significativo.
Además, la falta de confianza en la pareja y una baja autoestima son factores que pueden interponerse en el disfrute y la liberación necesaria para que la mujer llegue al clímax.
La anorgasmia, como cualquier otra manifestación corporal o síntoma, puede ser experimentada como una limitación, pero también se puede ver como una señal que nos ofrece una información valiosa para fortalecer la relación con la propia sexualidad y con la pareja.
Esta forma de comprender la anorgasmia puede conducir a un enriquecedor proceso de aprendizaje y abrir puertas hacia una vida emocional y sexual más satisfactoria.
Cuando aparece esta dificultad, podemos aprovecharla como una oportunidad para iniciar un proceso de autodescubrimiento que nos permita trabajar en la reducción de la ansiedad, desafiar creencias limitantes y fomentar la autoestima y la confianza. De este modo, no solo podría ser posible superar la anorgasmia, sino también impulsar nuestro crecimiento y lograr un mayor bienestar emocional y sexual.
La anorgasmia puede estar relacionada con creencias y conflictos emocionales relacionados con no merecer experimentar placer o no permitirse soltar el control y dejarse llevar más allá de los tabúes y límites impuestos por el entorno.
Es importante considerar que este tipo de disfunción tan solo reprime la parte placentera, no la reproductora. Este hecho nos refleja una cultura marcada por una concepción “pecaminosa” del placer sexual.
También se suman las experiencias de dominación por parte del hombre hacia la mujer, en muchos casos asumida más como “su propiedad” que como su consorte.
Esto puede derivar de una información inconsciente relacionada con vivir el sexo como un abuso y, por lo tanto, un sexo que “no debe” o “no puede” ser disfrutado.
Buscar este tipo de experiencias en la historia personal y en la de las mujeres de nuestra familia puede ser de gran ayuda para comprender el contexto del que venimos y una de las posibles razones inconscientes tras esta dificultad para disfrutar la sexualidad.
Al igual que en otras disfunciones de origen sexual, las creencias, sean conscientes o inconscientes, adquiridas o heredadas, ejercen una influencia determinante en la manera en la que percibimos nuestras vivencias y por ende nuestro mundo.
En muchas ocasiones equiparamos el concepto “sexo” con el “coito”. Esta presuposición se deriva de la creencia tradicional de que el sexo solo tiene sentido cuando se realiza para concebir una vida, para procrear.
Esta idea parte de influencias culturales, religiosas y sociales a lo largo de la historia. Por ejemplo, las enseñanzas religiosas han desempeñado un papel importante: en varias religiones se considera que la procreación es un mandato divino y que el único propósito del acto sexual es traer nuevas vidas al mundo.
Sin embargo, con la evolución de las sociedades y el avance de la ciencia las perspectivas sobre el sexo han evolucionado. Actualmente, para muchas personas la sexualidad tiene múltiples dimensiones y significados, que van más allá de la procreación. La intimidad, la conexión emocional, el placer y la expresión personal son aspectos igualmente valiosos del sexo que nos permiten experimentarnos en plenitud y libertad.
Sin embargo, la percepción limitada de «sexo=coito» reduce lo mágico e infinito de la conexión entre dos seres a un mero trámite o formalidad. Dentro de esta perspectiva surgen exigencias, deberes y expectativas que pueden impedirnos llegar al clímax en nuestras relaciones.
En muchos casos, esta forma de tratar de controlar lo incontrolable y etiquetar lo etéreo es lo que aumenta la dificultad a la hora de tener relaciones sexuales con final satisfactorio para las dos partes.
“Un orgasmo no se tiene, se aprende a tenerlo, o mejor dicho, se aprende a permitirse obtenerlo.”
Valerie Tasso
Efectivamente, la percepción subjetiva que tengamos de una situación, con base en ciertas creencias, es la que va a determinar nuestra manera de interpretar la sexualidad y, por tanto, de experimentarla.
Como ya sabemos, todos los factores psicológicos mencionados son parte y consecuencia de las creencias que sustentan nuestra manera de “leer” el mundo y, por lo tanto, condicionan la percepción de nuestras experiencias.
Lo cierto es que la herencia transgeneracional de la mujer, que permanece en gran medida en nuestro inconsciente colectivo, la sitúa en una tesitura especialmente proclive a padecer trastornos en el terreno sexual y, en concreto, en la consumación del placer.
Al tomar conciencia de las propias creencias e informaciones ocultas que, desde nuestro inconsciente, siguen condicionando nuestra manera de vernos y de experimentarnos, podemos cambiar nuestra forma de percibirnos.
Afrontar las versiones con las que nos autoengañamos, los prejuicios que nos han introyectado desde la infancia, es el primer paso para transformar nuestra experiencias.
La sexualidad encierra un gran poder, la energía de la creatividad y del impulso hacia la vida. Cuando se la intenta controlar y manipular, se la asume como algo prohibido en vez de desarrollarla de una forma coherente, simple y sencilla.
No obstante, el tabú del sexo puede ser transformado en un camino de encuentro, de autoconocimiento, de disfrute libre y de expansión de la propia dignidad. Es sin duda, una fuente de relación humana y de contacto que puede ser un puente a la plenitud.
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En este podcast, Enric Corbera hace una invitación a adoptar un estado mental paradójico, en el que, en lugar de ver los conflictos potenciales como algo que debe evitarse, los percibimos como una oportunidad de crecimiento y una fuente de motivación.
En este video, David Corbera habla acerca de los conflictos más habituales relacionados con la sexualidad y ofrece algunos recursos para poder experimentar la sexualidad de una manera más consciente, equilibrada y saludable.
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