El cierre de año trae consigo obligaciones, eventos y conclusiones del ciclo vivido. Y el año nuevo suele conllevar propósitos y promesas que no llegan a concretarse.
Pero ¿cuántas de estas situaciones, que “concluimos”’ o nos proponemos, realmente las hemos decidido por nosotros mismos? ¿Nos sometemos a esta decisión de manera automática o nos vemos atrapados en los tiempos marcados por el calendario?
En este artículo reflexionaremos sobre la autenticidad de nuestras elecciones en este período y la influencia de la presión social en nuestras acciones.
El año del calendario se rige astronómicamente por el tiempo que la Tierra tarda en dar una vuelta completa al sol, lo que denominamos año solar. Es un ciclo natural.
Sin embargo, como seres humanos, creamos un ordenamiento de días, semanas y meses, asignándole significados a nuestro paso por el tiempo.
Con la llegada de diciembre, el último mes, solemos experimentar un aumento en las actividades sociales y laborales. Este período es percibido como un tiempo de balances, cosas a terminar, encuentros festivos y cierres.
Al ejercer una influencia considerable en nuestro comportamiento es un contexto ideal para observar nuestros patrones conductuales, emocionales y mentales.
Vale la pena cuestionarnos las actividades que asumimos en estas fechas y preguntarnos ¿nos gustaría realizarlas o nos sentimos obligados por el protocolo? ¿Qué pensamientos nos acompañan?
Pero, sobre todo, ¿qué comienza y qué termina en nosotros?
Estos momentos nos invitan a reflexionar sobre nuestros aprendizajes del año y son oportunidades para celebrar y reconectar con nuestros seres queridos.
Sin embargo, también los podemos sentir como un lastre de tradiciones familiares y culturales. Superar esta incomodidad requiere enfrentar nuestras propias contradicciones internas.
Entonces, es momento de cuestionar nuestras elecciones. ¿Qué actividades desearíamos realizar si no sintiéramos presiones sociales o familiares? ¿Con quiénes deseamos compartir estas fechas? ¿Son las fechas o lo que éstas significan para nosotros?
Las promesas que nos hacemos y “despropósitos” que nos planteamos de cara al nuevo año despliegan información inconsciente.
Cuando decimos por inercia: salud, prosperidad, abundancia, lo que viene es mejor… ¿Acaso es una banalidad que reproducimos en piloto automático (es decir, “por decirlo”) o sentimos realmente lo que expresamos? ¿Nos conectamos con nuestro centro interno o repetimos comportamientos por costumbre?
El verdadero propósito conlleva pensar y sentirnos diferente y no actuar sin el sustento de nuestra mente consciente.
El reto es lograr coherencia entre lo que sentimos, el poder de lo que pensamos y cómo lo llevamos a cabo. Ahora bien, ¿esto lo define un momento en el año o tu misma/o? Es hora de asumir el mando sin la referencia anual.
Estas reflexiones nos desafían a explorar nuestras pasiones y deseos auténticos, liberándonos de juicios y expectativas ajenas. Nos permiten tomar decisiones sobre con quién compartir estos últimos días del año.
Al tomar decisiones basadas únicamente en lo que hemos vivido y proyectar esas experiencias hacia el futuro, corremos el riesgo de limitarnos y perdernos nuevas oportunidades de cambio.
Apegarnos estrictamente a lo que ha sido puede impedirnos experimentar transformaciones significativas. Estar atentos a lo que se espera socialmente en estos momentos puede limitar nuestra libertad, ya que implica permitir que factores externos controlen nuestros propios ciclos de vida.
Cuando entendemos que el cierre y el inicio de cada etapa son únicos para cada uno, según nuestra propia perspectiva y experiencia subjetiva, podemos recuperar el control sobre ellos. Esto nos permite establecer nuestro propio ritmo interno, liberándonos de seguir exclusivamente lo que dicta el entorno.
“La clave de tu futuro está escondida en tu vida diaria”
Pierre Bonnard
Cuando hacemos este tipo de balance a final de año, a menudo nos enfocamos en lo negativo, en lo que no hicimos. En consecuencia, establecemos nuestros propósitos para el año nuevo desde la sensación de que algo nos falta.
Esta predisposición está influenciada por nuestras creencias inconscientes de carencia.
Por ejemplo: El próximo año voy a ir al gimnasio a diario. Voy a mejorar mi entrenamiento y dar lo mejor de mí.
Nuestros propósitos se basan en lo que nuestro ego considera que nos falta, en lugar de lo que realmente merecemos. El merecimiento es tapado por la culpa.
Este cambio de perspectiva implica centrarnos en la gratitud por lo que sí logramos y evaluar de manera propositiva lo que vivimos: ¿Qué puedo aprender de mis incoherencias y de las experiencias desafiantes? ¿Para qué vinieron a mi vida?
La tendencia innata es evaluar el año vivido y proponernos metas correctivas.
Sin embargo, lo más importante es el aprendizaje obtenido. Lo experimentado a lo largo del ciclo anual está directamente vinculado con lo que necesitamos asimilar.
Por lo tanto, desmontar la idea de «años buenos o malos» a favor de una perspectiva de aprendizaje constante nos brinda una visión más integral.
Un cierre de ciclo es un movimiento interno que no coincide necesariamente con una fecha concreta.
Si bien el final del año calendario nos invita a examinar lo que deseamos cambiar o hacia donde ir, cada uno es libre de decidir si es o no momento para detenerse a realizar un balance. No estamos obligados a someternos a la hegemonía social establecida.
La vida continúa, el 1 de enero el sol sale nuevamente. Por lo tanto, en cualquier momento del año podemos reconocer patrones recurrentes que nos mantienen atrapados en ciclos limitantes y ponerlos en jaque.
El inicio o fin de ciclo es el que cada uno de nosotros percibe internamente, más allá del almanaque.
Si buscamos ponerle puntos a nuestras experiencias podemos preguntarnos:
¿Qué se ha repetido, cuánto nos ha afectado y cómo podemos transformarlo? Este ejercicio es esencial para desentrañar a lo que nos aferramos obstinadamente y encontrar nuevas formas de romper esos patrones repetitivos.
Esta evaluación puede proporcionarnos una comprensión profunda de nosotros mismos. Nos permitirá discernir lo que queremos mantener, soltar o cambiar para comenzar una nueva etapa.
Esto es un trabajo diario y es el primer paso para despejar nuestros propósitos. Morimos y renacemos en cada decisión consciente que tomamos.
Comprometernos a percibir diferente, responsabilizarnos de nuestro bienestar y animarnos a realizar acciones distintas son el verdadero comienzo del ciclo interior para acompasar lo que sentimos.
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En este podcast Enric Corbera explica la Navidad como una oportunidad para entender que la mejor forma de honrar la vida es respetarnos a nosotros mismos.
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