¿Cuántas veces nos contamos mentiras a nosotros mismos con versiones distorsionadas de la realidad? ¿Qué historias nos contamos para justificar decisiones, acciones o actitudes que no resuenan realmente con nuestra esencia?
En este artículo, exploramos qué hay detrás de esta falta de autenticidad y cómo recuperar nuestra coherencia interna identificando las influencias que nos han conducido hasta aquí.
Tomar conciencia y desaprender la información que nos lleva a vivir enredados en nuestras “mentiras” -creencias, aprendizajes y herencias emocionales- es fundamental para volver a conectar con nuestra esencia y establecer relaciones genuinas con los demás.
La acción más poderosa de la mente es creer. Nuestra concepción del mundo, incluyendo la percepción del mismo, de los demás y hasta de nosotros mismos, está conformada y condicionada por creencias.
Éstas son argumentos u opiniones que tomamos como verdades absolutas -muchas veces de manera inconsciente-, e influyen en nuestras reacciones, juicios y puntos de vista.
Estas convicciones tomadas como verdad son fruto de las experiencias de nuestro sistema familiar y social. Son ideas transmitidas a lo largo del tiempo que, sin embargo, nos plantean el desafío de que las transformemos y actualicemos.
Los pensamientos sustentados por creencias pueden convertirse en profecías autocumplidas.
Por ejemplo, si soy celoso es probable que tienda a ver ciertas acciones de mi pareja como indicativos de su interés en otra persona. Esta manera de interpretar las situaciones puede generar desconfianza y, finalmente, llevar a que mi pareja busque conexiones en otros lugares. En este proceso, mis creencias han contribuido a dar forma al contexto que yo temía originalmente.
Así, nuestras creencias y pensamientos tienen el poder de influir en la realidad que experimentamos, ya que moldean nuestras percepciones y las decisiones que tomamos en consecuencia.
Las creencias que sostenemos dan lugar a mentiras que tejemos en nuestra vida cotidiana. Estas pueden actuar como saboteadores internos, impidiendo nuestro crecimiento y cambio.
Paradójicamente, estos recursos de autoengaño los empleamos como un mecanismo de autoprotección. Utilizamos mentiras para resguardarnos, evitando zonas incómodas o delicadas.
Imaginemos a alguien que se considera hábil para escuchar a los demás y se jacta de estar siempre que la/o necesiten. Sin embargo, sus errores le demostraron que no practica la escucha activa. Además, a través de la introspección ha tomado conciencia que tiene dificultades para escucharse a sí misma/o, lo que revela un desequilibrio, una incoherencia.
En ocasiones, nuestras afirmaciones más fuertes reflejan nuestro diálogo interno que intenta convencernos de lo que deseamos creer.
Retomando el ejemplo anterior, tal vez en su infancia no recibió la atención que necesitaba, por lo que, como una forma inconsciente de autodefensa, decidió posicionarse como alguien sumamente atento al otro.
Esto nos muestra que definirnos bajo una etiqueta es restrictivo. Es una creencia construida por la mente. En nuestro «personaje» encontramos un refugio momentáneo alejándonos de nuestra autenticidad.
“La mayoría de la gente está enamorada de su drama personal. Su historia personal es su identidad. El ego dirige su vida.”
Eckhart Tolle
La auténtica identidad se oculta tras la máscara de las falsedades que nos contamos a nosotros mismos. Los fragmentos internos rechazados, aquel niño o niña que experimentó heridas emocionales, quedan sepultados bajo capas de justificaciones y racionalizaciones.
Una manera de desentrañar estas mentiras es examinando lo que repetidamente expresamos a las personas a nuestro alrededor. En realidad, nuestras palabras en voz alta son un eco de lo que necesitamos afirmar o transformar en nuestro interior.
¿Acostumbras proclamar constantemente tu fortaleza y valentía? Esto podría revelar una parte tuya que busca reafirmarse en cada interacción. O a la inversa, frases como «soy un fracaso» o «no soy buena/o en esto» podrían ser una defensa ante la crítica ajena, pues, si yo me critico primero, otros no lo harán.
¿Tienes algún tema recurrente que, involuntariamente, abordas de forma constante? El poder de la palabra en cómo narramos nuestra propia vida y los patrones de comunicación son ventanas a las áreas que preferimos ignorar o desconocer de nosotros mismos.
Existen investigaciones sobre lo que los neurocientíficos llaman reapreciación. Esto significa que si cambiamos nuestra interpretación de la narrativa o de algún evento que está ocurriendo y somos capaces de reinterpretarlo —de reapreciarlo—, nuestro cerebro puede cambiar muy, muy rápido.
Si lo repetimos a través del tiempo y practicamos nuevamente este reencuadre, podremos cambiar la narrativa de manera más permanente. Y esto modifica el cerebro de tal manera que se producen cambios duraderos.
Cuando no nos sentimos bien en algún aspecto de nuestra vida, es fundamental revisar nuestra narrativa particular de lo sucedido, es decir: la historia que nos contamos. Es precisamente ahí donde está el origen del problema y, también, las claves para encontrar una solución.
“La mentira más común es aquella con la que las personas se engañan a sí mismas”
Friedrich Nietzsche
Detrás de cada falsedad reside otra «verdad» que, irónicamente, también es una ficción. En esencia, adoptamos una creencia para ocultar otra, sin embargo, ambas son solo creaciones mentales.
Todas las creencias son mentira en el sentido de que todas son limitantes cuando las convertimos en verdad absoluta, en dogmas, usándolas de manera inflexible. Son percepciones distorsionadas de la realidad, tejidas con nuestras vivencias y especialmente influenciadas por las experiencias familiares.
Ante la interrogante de si nuestras afirmaciones son mentiras surge la cuestión: ¿qué es la auténtica verdad? La única verdad genuina radica en nuestra capacidad para despojarnos del engaño y no refugiarnos tras estas barreras autoimpuestas.
Ser conscientes de esto y aprender a identificar nuestras creencias con flexibilidad es una manera saludable y funcional de movernos en la vida.
Existen múltiples perspectivas para observar y comprender la realidad, ninguna de las cuales es absoluta. Reconocer esta diversidad es clave para desarrollar una comprensión más completa y una visión diferente de nosotros mismos y del mundo que nos rodea.
La travesía de no creer ciegamente en nuestros propios pensamientos nos lleva a una profunda exploración de que la realidad se encuentra en nuestras percepciones. El recordatorio constante de no juzgar lo que sentimos y de cuestionar nuestras creencias se convierte en un faro que nos guía hacia la claridad y la autenticidad.
Por lo tanto, al liberarnos de la trampa de las autojustificaciones y las mentiras que nos contamos, abrazamos una comprensión más genuina de nosotros mismos y de los demás.
El camino de la autoindagación nos invita a reconocer que cada individuo lleva consigo una historia única, atravesada por experiencias y perspectivas personales.
No somos los mismos, pero a través de la conciencia de unidad, podemos reconocer la diversidad de narrativas y nutrir un entorno de aceptación y respeto con el otro y con nosotros mismos.
En este proceso de ampliación de conciencia, a través del cual vamos trascendiendo las mentiras que nos contamos, adquirimos una mayor empatía, la capacidad de resolver problemas de manera creativa y una mentalidad más adaptable que promueve la tolerancia. En conjunto, nos lleva a experimentar la vida de una manera más auténtica, plena y conectada.
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En este podcast, Enric Corbera nos explica principios fundamentales para comprender que nuestra percepción es siempre una interpretación subjetiva y, por lo tanto, al tomar conciencia tenemos la opción de cambiarla.
En este video, Enric Corbera nos habla de cómo la mentira puede formar parte de nuestras relaciones interpersonales. Tomar conciencia de ello sin juzgarnos nos permitirá reconocer que una de las razones puede ser el miedo inconsciente al rechazo social.
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Gracias x compartir nos esta manera profu da de revisar mi realidad y las historias que me cuento.