Culpa: puedes comprenderla y convertirla en una oportunidad de liberación interior

01 marzo 2025

La culpa es una de las emociones más complejas y, a la vez, más comunes en la experiencia humana. Nos invade cuando sentimos que hemos cometido un error, cuando creemos que nuestras acciones o decisiones han dañado a alguien o cuando no hemos actuado de acuerdo con nuestras propias expectativas.

Pero, ¿realmente entendemos de dónde proviene este sentimiento y cómo podemos abordarlo de una manera saludable y constructiva?

 

Por qué sentimos culpa y cómo nos afecta

Por la concepción judeocristiana de culpa, en el inconsciente colectivo se instaló la idea de que quien tiene la culpa merece un castigo. En tanto, desde una perspectiva psicológica, la culpa no solo es una respuesta emocional, sino también un mecanismo que influye en la forma en que nos relacionamos con nosotros mismos y con los demás.

Muchas veces, este sentimiento se origina en las normas y valores inculcados en nuestra infancia. La educación, la cultura y el entorno social establecen límites sobre lo que está «bien» y lo que está «mal».

 

Su peor efecto: el castigo

Cuando sentimos que hemos transgredido esas reglas, aparece la culpa. Y, con ella, reprimendas y reproches del o hacia el entorno.

Aun así, la consecuencia más significativa del sentimiento de culpabilidad es el autocastigo. Si nadie más lo hace, nos castigamos nosotros mismos, consciente o inconscientemente.

 

Esta emoción no siempre es racional

En muchas ocasiones, cargamos con culpas que no nos corresponden o que han sido heredadas de generaciones anteriores.

La psicogenealogía explica cómo los patrones emocionales se transmiten de padres a hijos. Entonces, por ejemplo, podemos sentir una responsabilidad culposa que no está basada en nuestras acciones, sino en mandatos familiares inconscientes.

 

 

Culpa y proyección: cómo responsabilizamos a los demás

Uno de los mecanismos psicológicos más comunes ante la culpa es la proyección: lo que nos molesta forma parte de nuestra propia forma de ser, pero esto nos resulta difícil comprender y aceptar. Así, tendemos a culpar a factores externos o a otras personas por nuestras propias equivocaciones.

Cuando culpamos a alguien de algo, estamos juzgando aquello que no consideramos correcto para nosotros, pero trasladamos la responsabilidad de nuestras emociones a los demás. 

Lo vemos en frases como «Me hiciste enojar», «Este jefe me hace la vida imposible», “Esa persona arruinó nuestro matrimonio”, entre otras.

 

La culpa y la sombra

Cuando no reconocemos que lo que vemos en los demás forma parte de nuestra personalidad, lo rechazamos y reprimimos. Así, relegamos estos aspectos propios a la sombra, al inconsciente.

No obstante, es muy probable que esta información se manifieste en las situaciones y personas que forman parte de nuestra vida diaria. Hasta que tomamos conciencia de ello.

Para deshacer estas proyecciones hemos de integrar la sombra para, entonces, poder ser libres de todos estos condicionamientos, de la culpa y del castigo.

 

«Cuando culpas y criticas a los demás, evitas algo de verdad sobre ti mismo.»

Deepak Chopra

 

La culpa y el perdón

Al estancarnos en el sentimiento de culpabilidad o responsabilizar a los demás de lo que nos sucede, nos consideramos víctimas inocentes. Creemos merecer la simpatía y la compasión de los otros, además de demandar un castigo para el culpable por el error que consideramos ha cometido.

Este victimismo nos lleva a no movernos, a no cambiar nuestra forma de ser, ya que creemos que el castigo sobre el otro resolverá nuestro sufrimiento.

 

La culpabilidad y la integración de la sombra

No nos damos cuenta de que aquello que queremos castigar es lo que castigamos en nosotros. Por lo tanto, la única manera de resolver el conflicto es perdonar al otro

Al hacerlo, nos perdonamos a nosotros mismos. Más bien, perdonamos nuestros propios juicios que proyectamos sobre los demás. El corregir nuestra percepción sobre eso que dolió es la naturaleza del perdón real.

Solo entonces podemos liberarnos de las cadenas que nos atan a nuestros mandatos inconscientes y que la vida, tan fervientemente, quiere que hagamos conscientes.

 

«Una persona que se siente culpable, se convierte en su propio verdugo.»

Séneca

 

Cómo abordar la culpa para recuperar el equilibrio emocional

El hábito de culpar a factores externos nos desconecta de nuestra capacidad para gestionar nuestras propias reacciones. Si bien es más fácil encontrar culpables afuera, la verdadera transformación ocurre cuando tomamos conciencia de que nadie tiene el poder de hacernos sentir de determinada manera sin nuestro consentimiento.

La clave está en asumir la responsabilidad emocional y, desde un lugar de autonomía y autoconocimiento, elaborar lo que sentimos.

 

 

Una autoindagación sensata y práctica

El primer paso es reconocer la culpa sin juicios ni castigarnos por sentirla. En lugar de evadirla, es mejor permitirnos explorar qué oportunidades nos abre esa emoción.

Una herramienta eficaz es la reflexión consciente sobre la situación que generó la culpa. Preguntarnos si nuestras acciones realmente fueron dañinas nos permite diferenciar entre una culpa justificada y una culpa infundada. 

Si es justificada, podemos responsabilizarnos y hacer algo al respecto. Esto es constructivo porque aprendemos, evolucionamos, resignificamos, transformamos

También mejoran nuestras relaciones, sobre todo la que tenemos con nosotros mismos. Ya no nos castigamos ni nos evadimos, sino que tomamos las riendas de nuestros actos.

Por otra parte, podemos indagar si estamos respondiendo a expectativas externas, a mandatos familiares, a creencias heredadas o lealtades invisibles. Al analizar objetivamente el contexto, podemos convertir ese sentimiento en una oportunidad de aprendizaje en lugar de en un obstáculo.

 

 

La culpa arraigada puede ser un trampolín a la liberación interior. Ejemplos

Veamos algunos casos que, aunque simplificados, muestran el poder de afrontar la culpa desde la responsabilidad emocional y su impacto positivo en nuestra vida:

 

Culpa por no seguir el camino familiar

Ana proviene de una familia de médicos, pero ella eligió ser artista. Aunque ama su profesión, siente culpa porque cree que ha “fallado” a sus padres y ese autosabotaje le impide vivir de su arte. Al comprender que su camino no define su valor en la familia, suelta la culpa y se permite prosperar y disfrutar de su vocación.

 

Culpa por disfrutar más que los antepasados

Marcos creció escuchando historias sobre las dificultades económicas de sus abuelos. Ahora que tiene una vida cómoda, siente culpa al darse gustos. Reflexiona y entiende que su bienestar no deshonra su historia familiar, sino que representa la evolución que sus ancestros han deseado.

 

Culpa heredada en la maternidad

Elena es madre y, aunque cría con amor, se siente culpable cuando no está con sus hijos todo el tiempo. Al analizar su historia, se da cuenta de que su propia madre llevaba esta misma culpa heredada. Decide romper con ese mandato y disfrutar sin exigirse tanto.

 

Culpa por desobedecer mandatos familiares

Julián es el primer hombre de su familia en expresar abiertamente sus emociones, algo que sus antepasados reprimían. Al principio siente culpa, pero luego entiende que al permitirse ser auténtico, también sana una carga emocional de silencios y represiones que su linaje llevaba por generaciones.

 

Culparse por poner límites

Desde pequeño, Martín ha sentido culpa por decir “no” a los demás, pues en su familia siempre le enseñaron que debía priorizar a los otros. Al tomar conciencia de este patrón, comienza a establecer límites sin sentirse egoísta.

 

«Eres responsable de tu vida. No puedes seguir culpando a alguien más por tu disfunción. La vida se trata realmente de seguir adelante.»

Oprah Winfrey

 

La llave para soltar la culpa

La culpa y su objetivo, el castigo, no sirven para solucionar ningún conflicto. No obstante, el perdón tampoco significa justificar una acción o minimizar sus consecuencias, sino integrar lo ocurrido como parte de nuestro aprendizaje.

Aceptar nuestra humanidad, reconocer que cada experiencia es una oportunidad de crecimiento y permitirnos avanzar sin la carga del pasado es un acto de amor propio.

Así, lejos de ser un enemigo, la culpa puede convertirse en una guía poderosa para nuestro desarrollo personal. Al asumir la responsabilidad de nuestras emociones, recuperamos nuestro poder y avanzamos hacia una vida más consciente y auténtica.

 

 

Si quieres seguir profundizando sobre este tema, puedes acceder a este material en nuestro canal de Spotify y de YouTube:

 

En este pódcast, Enric Corbera habla sobre la recompensa que encontramos al culpar al otro de nuestra desgracia. Cuando culpamos, nos sentimos inocentes y conseguimos la comprensión. ¿Usas la culpa para conocerte o quedarte en tu zona de confort?

 

En este vídeo, Enric Corbera y Sara Pallarés comparten algunas claves para comprender nuestra culpabilidad y reconocer su origen para que, en vez de bloquearnos, favorezca nuestro desarrollo personal.

 

 

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