Ser lo que somos no es la búsqueda de algo que se encuentra fuera de nosotros, ni es una meta o un lugar al que llegar. Ser uno mismo es una experiencia que implica conectar con nuestra esencia, descubrir y desarrollar nuestro potencial.
Es un camino que requiere un profundo compromiso con uno mismo y exploración interior, lo que nos lleva al descubrimiento continuo de infinidad de formas para manifestar lo que somos.
Asimismo, la pregunta ¿Quién soy? ha sido formulada desde hace siglos y, en ciertas etapas de la vida, esta duda vuelve a surgir.
Cuando pensamos en quiénes somos solemos asociarlo con nuestro nombre, género, nacionalidad o profesión, entre otras características o preferencias con las que nos identificamos. Tenemos respuestas del tipo: soy Isabel, soy mujer, soy argentino, soy artista, soy vegetariano, soy madre, soy deportista, soy atea, etc.
Pero si todo eso que nombramos, en realidad, no es lo que somos y simplemente son roles o etiquetas que adoptamos con las que nos identificamos en el transcurso de nuestras vidas, entonces ¿Qué somos? ¿En qué consiste ser uno mismo? y ¿Cómo nos beneficiamos al ser nosotros mismos?
Nisargadatta Maharaj fue un maestro espiritual de la corriente del hinduismo llamada Advaita, palabra que significa «no-dualidad». Según esta filosofía, todo lo que experimentamos en el mundo es una manifestación de la conciencia universal, y nuestra verdadera naturaleza es la conciencia misma.
En su libro Yo soy eso, nos dice que para saber lo que somos primero debemos saber lo que no somos. “Descubra todo lo que usted no es: el cuerpo, los sentidos, los pensamientos, el tiempo, el espacio, esto o aquello. Nada, concreto o abstracto que usted pueda percibir, puede ser usted ”.
Miguel Ángel es reconocido como uno de los más grandes artistas de la historia. Fue un arquitecto, escultor, pintor y poeta italiano del Renacimiento, autor de la bellísima escultura llamada “El David”. Cuando le preguntaron cómo había creado algo tan perfecto contestó:
«David estaba dentro de ese bloque de mármol, yo tan sólo quité lo que sobraba.»
Es decir, la obra maestra fue emergiendo a la luz en el proceso de creación. Pero si nosotros somos,metafóricamente, esa escultura y a la vez el escultor ¿qué nos impide reconocer nuestra grandeza y ser nosotros mismos?
Podemos descubrir nuestro potencial desaprendiendo lo que incorporamos de forma inconsciente a nuestra persona. Hablamos de las creencias, esas convicciones inamovibles que limitan nuestra libertad, realización personal y que,además, nos hacen sentir separados del mundo.
“Cuando sentimos la limitación de una identidad que antaño nos resultaba cómoda y experimentamos una discordancia entre lo que somos y lo que podríamos ser, es una señal de que estamos empezando a escuchar los primeros susurros de nuestro verdadero Yo.”
Connie Zweig y Steve Wolf
Esculpir nuestra verdadera identidad es un proceso continuo que nos permite ser más auténticos. Implica recuperar las facetas que reprimimos de nuestra personalidad por creerlas inadecuadas para la sociedad o familia, por ejemplo:
Un joven, amante de la comida, quiere ser chef. Sin embargo, las creencias de la familia dicen que “las mujeres son las que se encargan de cocinar”. En tal caso, cumplir con las expectativas de otros en lugar de escuchar su voz interior puede llevar a la frustración por no ser fiel a sí mismo.
Según Anthony de Mello, para ser uno mismo es preciso aceptar nuestra individualidad y abrazar nuestras fortalezas y debilidades sin juzgarnos. Estas características son componentes de nuestra personalidad y pueden ser transformadas durante toda nuestra vida.
Por ejemplo, existen personas más determinadas y otras que dudan, pero ninguna es ni buena ni mala, según el contexto en el que surjan. La duda se considera una debilidad porque puede paralizar, sin embargo, en el ámbito de la ciencia, la duda puede ser una gran fortaleza y el puntapié para descubrir nuevos paradigmas.
El reto está en ir eligiendo, conscientemente y a cada paso, qué vida queremos vivir. Pero el desafío se extiende al paso siguiente: cambiar nuestra forma de ver el mundo y a nosotros mismos. De modo que podamos ampliar nuestra conciencia y avanzar hacia la plenitud en la vida. Ese es el regalo de atreverse a ser uno mismo.
Lo que soy, el Ser, no es algo que podamos encontrar con alguna técnica especial, es una experiencia de la que somos testigos. El Ser es la extensión de la vida hecha conciencia.
Somos la presencia que siente y se emociona, que juega a identificarse con algunos personajes y formas para experimentar su vida en infinidad de manifestaciones.
Tenemos un cuerpo y una mente que se relaciona con sus pensamientos y con el mundo exterior. Sin embargo la imagen que tenemos de nosotros mismos es solo una pequeña y limitada parte de todo nuestro potencial.
“A medida que el yo personal desaparece bajo la luz penetrante de la auto-indagación, aquello que atestigua su desaparición permanece como siempre.”
Mooji
Al comprender esto, es posible trascender las limitaciones de nuestra identidad y desaparece el sentido de separación entre uno mismo y los demás. Esa conexión permite que estemos completamente en el instante presente.
Es a través de la quietud y la observación consciente que podemos escuchar y conectar con nuestro verdadero ser. Para esto no es necesario detenernos, podemos hacerlo en nuestras actividades cotidianas ya que se trata de un estilo de vida, una forma de pararnos ante la experiencia humana.
Cuando aquietamos el corazón y calmamos la divagación de la mente, nos convertimos en el observador consciente que experimenta sus creaciones en el mundo.
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